Ciclismo

Salamanca

El oficio de ser favorito

«Buff, un día más», resoplaba Ezequiel Mosquera al entrar en meta. Un día aparentemente insulso, pocos kilómetros antes de un seguro esprint. Pero la vida no es tan fácil cuando quieres ganar la Vuelta y quedan cuatro días para el final.

Mark Cavendish
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«Hay esprints fáciles, como el de Burgos, y otros complicados, como el de hoy. Rotonda, curva, alcantarilla... Hay que ir delante y es un estrés», dice Ezequiel. El gallego está aprendiendo el oficio de ser favorito. Un cursillo acelerado desde la contrarreloj del miércoles en Peñafiel. Todo el mundo espera a la Bola del Mundo. Y Mosquera el primero. «Tengo ganas ya», asegura.

Ezequiel no quiere que le suceda lo mismo que a Igor Antón, que se cayó siendo líder por ir en el medio del pelotón. Se obliga a ir entre los primeros, a salvo de despistes. Pero a cambio termina agotado. «Psicológicamente, etapas como la de hoy son muy duras», afirma.

Al gallego le cuesta asumir el liderato del grupo. Está acostumbrado a vivir en los alrededores del podio. Cuarto, quinto, pero se ha cansado de ser el primero de los que no salen en la foto. Quiere más. Y Pino también. Y mientras espera todavía que llegue su primera victoria de etapa, está dispuesto a todo. «No he ganado ninguna batalla, pero puedo ganar la guerra», advierte.

Mosquera sabe que es su gran oportunidad. Y está mentalizado. Le queda la etapa de hoy antes de «disfrutar» en la subida a la Bola del Mundo. «No hay que confiar en las bonificaciones», advierte Álvaro Pino. El director del Xacobeo quiere que Ezequiel ataque en la última ascensión de la Vuelta. Y rebusca en el carácter de su corredor algún gramo de mal genio que le haga revolverse sobre la bicicleta. «Cuando lo critiqué el otro día en la subida a Coto Bello fue para que sacara la mala leche, porque a veces es demasiado buena persona», dice.

Él, que ganó la Vuelta en sus tiempos, intenta que Mosquera también aprenda el oficio de ganar. Un oficio que hace mucho tiempo aprendió Cavendish, aunque lo suyo sea diferente, el esprint. Una rutina que se repite cada vez que la carretera se alisa. Lo intentan algunos inconscientes en aventuras lejanas con la esperanza de que la pereza pueda con el pelotón. Pero la mayoría, como los de ayer, acaban siendo devorados por el grupo. Lo intenta alguno más después, como Gilbert. Pero triunfa la rutina. Y gana Cavendish. Ayer fue Haedo el que le felicitó al cruzar la última línea. Es lo único que cambia, el nombre del perdedor.