San Marcos
Los que esperan al Papa en la catedral
Niños, enfermos y ancianos. Ellos, los más indefensos, serán los que estén más cerca del Papa en Santiago. A la una de la tarde del sábado, el Santo Padre entrará en la catedral gallega por la plaza de la Inmaculada, donde recorrerá la Capilla de la Comunión y Pórtico de la Gloria
En el interior del santuario, además de sacerdotes, obispos y seminaristas, le esperarán niños de la catequesis, ancianos del asilo de San Marcos y enfermos del Cottolengo del Padre Alegre. En total, 600 personas que, por las duras circunstancias que les ha tocado afrontar, recibirán con una intensa emoción las palabras que el Papa les va a dirigir, pues buscan en ellas esperanza y ganas de vivir. La fe es, para ellos especialmente, un pilar en el que sostenerse cuando pierden la ilusión de levantarse cada día. Así lo han manifestado los enfermos y minusválidos que han hablado con LA RAZÓN de cómo van a vivir la cita de mañana con Benedicto XVI.
A Paloma Caneiro y Elías Fernández les rige la cabeza a la perfección y, sin embargo, están encerrados en un cuerpo que no les permite moverse ni expresarse con claridad. Paloma Caneiro sufre una parálisis cerebral desde su nacimiento. Tiene 42 años y vive con su padre en La Coruña. ¿Cómo afronta Paloma el reto que supone vivir cada día? «Hay días en los que la fe me ayuda, pero otros son muy difíciles, y sufro. Entonces, pienso en mi madre, que está en cielo, y sé que desde allí me ayuda en todo lo que hago», asegura emocionada. Hace quince años, una enfermedad se llevó a su madre, con la que compartía los mejores ratos de su vida. Ahora está muy unida a su padre, en quien se apoya.
«Estar con el Papa es estar con Dios», afirma tajante Paloma, que manifiesta su alegría por estar cerca de Benedicto XVI el sábado en la catedral de Santiago. Ahora estudia su segunda carrera, con la ayuda de una asistente personal. Paloma ya es licenciada en Relaciones Laborales y pronto lo será en Derecho. Con la ayuda de Inés, una joven de 28 años que trabaja como su asistente personal, y de su padre, Paloma ya hace quinto curso. Inés es quien coge los apuntes, pero ella tiene que estudiarlos para enfrentarse a sus exámenes. Desde arriba, Dios y su madre le dan ánimos para que siga adelante.
Por otro lado, Elías Fernández está realmente emocionado. A sus 69 años, ha sufrido muchas enfermedades, pero ninguna es motivo para no disfrutar «del privilegio que es para cualquier católico practicante estar junto al Santo Padre». Hace dos años, una operación le dejó en una silla de ruedas. Aunque entiende y razona perfectamente las preguntas, tiene dificultades para expresarse, y lo hace a través de su esposa, Marisa Simón, con la que lleva 43 años casado.
«Ambos nos apoyamos en la fe. Nos ha tocado una página muy dura de la vida, como a otras muchas personas, y pedimos fuerzas para mejorar e ir para delante», cuenta Marisa, que nos traslada la ilusión de su marido por estar entre las 600 personas a las que se dirigirá el Papa en la catedral gallega. Elías y su mujer visitan todos los años a la Virgen de Lourdes, por quien tienen una gran devoción. Aunque creen en los milagros, no piensan en ellos: «Rezamos por la salud, pero no pensamos en la cura, sino en afrontar las cosas, que son como Dios ha querido que sean». Ellos no piensan que la lucha por el derecho a la vida sea asunto sólo de los católicos: «Todos deberíamos defender la vida por encima de todo, es lo más grande que tenemos, aunque sea dura».
«Amor de obras, no palabras»
La Hermana Micaela Duque explica que «de nuestra familia estaremos cerca del Papa 38 personas en total: 21 enfermos, cinco hermanas y los voluntarios necesarios para su traslado». El inspirador de su comunidad, el jesuita catalán Jacinto Alegre, muerto en 1930, pedía «amor de obras, no de palabras».
Desde su posición en la primera fila de la enfermedad, la Hermana Micaela se declara «totalmente de acuerdo» con las enseñanzas del Papa en defensa de la vida. «Todo lo que dice el Papa sobre esto está en el Evangelio de Jesucristo. Nadie está autorizado para disponer de la vida de otro. Las personas acogidas en este centro dan gracias a Dios porque sus padres les respetaron la vida. Desde la fe y el amor todo tiene sentido. La enfermedad no es sinónimo de tristeza, sino de encontrar sentido a la vida», afirma la religiosa, que añade que monjas y residentes viven «de la Divina Providencia, que mueve el corazón a las personas para que hagan donaciones de ropa, alimentos o como voluntarios. Venid y veréis».
Para entrar en el Cottolengo del Padre Alegre es preciso sufrir una enfermedad incurable (física o psíquica) y ser pobre. «Aunque todos los días hagamos lo mismo, el amor lo hace todo nuevo. La Eucaristía, la oración y vivir confiadas en manos de Dios Padre hace que nos entreguemos a los hermanos con alegría. Los enfermos son personas felices que nos ayudan a valorar lo que tenemos y nos enseñan que por encima del tener o el poder está el ser», afirma la Hermana Micaela.
Después de la liturgia, el Papa saludará a las personas que estén en la plaza del Obradoiro desde las escaleras. También saldrá a la plaza Quintana por la Puerta Real y se dirigirá a las personas allí congregadas. Serán miles de personas las que reciban el caluroso saludo del Papa en la plaza y luego en la misa, pero los enfermos se convertirán, por un día, en unos privilegiados, a los que Benedicto XVI se dirigirá con cariño y admiración.
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