Navarra
Ya no cuela
Y vuelta la mula al trigo. Ahora es Nadia, una joven tunecina con un embarazo de alto riesgo, la que posa para la prensa cubierta con un niqab blanco junto a su marido- vestido de occidental con una camiseta bien ajustada al cuerpo- para denunciar a un ginecólogo y a la justicia española. Ella se niega a retirarse la prenda para poder acceder a un reconocimiento médico en la sanidad pública y para entrar en un juzgado. No sé qué quiere esta mujer. ¿Cómo quiere que la ausculten?, ¿por telepatía?, ¿cómo quiere testificar y denunciar ante un juez?, ¿totalmente cubierta para que no se pueda ver quién es realmente? Nadia estudió enfermería en Navarra. Me gustaría saber quién y cómo garantizó su identidad a la hora de realizar los exámenes. Pero sobre todo me pregunto que pensará Ashtiani, la mujer condenada en Irán a morir lapidada, de Nadia y de la injusticia que denuncia. ¿Es un juego? ¿Una provocación, como suelen decir los islamistas radicales, los mismos que aconsejan acudir con estos temas a los medios de comunicación para inflarlos lo necesario y mostrarse como falsas víctimas? La única víctima es el hijo que espera y al que está poniendo en riesgo por fanatismos supuestamente religiosos. Parecen no entender que la libertad religiosa tiene un límite, al menos en nuestro país: el ordenamiento civil y la Constitución. A ver cuándo entendemos que estas denuncias nada tienen que ver con la religión ni mucho menos con la libertad de la mujer. Por cierto, las feministas- no las de verdad, sino las de carnet y foto, esas que reciben abultadas subvenciones burlándose de la crisis- ¿dónde están? ¿Afónicas? Era de esperar.
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