Sevilla
La mala salud de Altamira
El CSIC desaconseja abrir las cuevas al público pese al empeño de Cultura
MADRID- La ministra de Cultura prometió que su apertura tendría lugar este año. Pero las paredes de la «Capilla Sixtina» del Paleolítico no deberían recibir todavía el alta. Así se desprende de un estudio publicado en el último número de la revista «Science». El impacto de las visitas que ha recibido la cueva ha repercutido en la contaminación de sus paredes, con lo que la conservación de las pinturas peligra.
La investigación realizada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha hecho inventario de la flora y fauna que ha aparecido en las pinturas. Hongos, bacterias y otros microorganismos se han catalogado como amenazas para los frescos que los hombres de las cavernas dejaron como herencia, según se publica en el último número de la revista «Science». La publicación también hace hincapié en las «presiones» políticas para reabrir las cuevas. «En las zonas accesibles todos los nichos ecológicos presentan microorganismos. Los sustratos rocosos y sedimentos están colonizados por bacterias que tienden a aumentar su área de ocupación y defienden su hábitat frente a la llegada de nuevas poblaciones microbianas», apunta Cesareo Saiz-Jiménez, uno de los autores del estudio y profesor de investigación del Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla.
Este informe viene a comprometer los deseos de Cultura de abrir de nuevo Altamira al público, que lo valora como uno más en el «pack» de estudios que ha encargado para tomar una decisión. El año pasado, el ministerio condicionó su apertura a la investigación, pese a lo que prometió que 2011 sería la fecha escogida para levantar la cancela.
Decisiones comprometidas
Tras los resultados este deseo se ve más que comprometido. La decisión del Patronato de Altamira –formado por la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde; el nuevo presidente de Cantabria, Ignacio Diego; y Emilio Botín, máximo responsable del Banco Santander y de la Fundación Botín–, tendrá que tener en cuenta los resultados de este estudio, si es que sus agendas, como ya manifestaron el pasado mes, llegan a un consenso. La cita, pospuesta desde el primer trimestre de año, puede tener lugar la segunda semana de noviembre.
En el último encuentro, celebrado en diciembre de 2010 en Cantabria, el Patronato acordó trasladar a un grupo interdisciplinar e internacional la elaboración de un estudio sobre el que apoyarse para la reapertura de la cueva original, cerrada al público desde 2002 ante el riesgo que corría.
Entonces, el mismo equipo identificó unas manchas verdes en la zona de polícromos que corresponden a microorganismos fotótrofos, similares a los de la cueva francesa de Lascaux, los cuales llevaron, entre otros motivos, al cierre en 2001. David Domínguez Villar, investigador del Departamento de Geología de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid) e investigadroe emérito de la Universidad de Birmingham (Reino Unido), señala que «las cuevas están expuestas a cambios naturales, pero añadir el impacto humano puede agravar o acelerar los procesos».
El incremento de la temperatura del aire, y especialmente el fuerte ascenso térmico provocado por la entrada y permanencia de visitantes, disminuye la densidad de éste, lo que favorece la movilización del aire interior de la sala y su mezcla con el procedente de los corredores próximos, donde la colonización microbiana es muy intensa. Las zonas monitorizadas, según los datos facilitados por el CSIC, fueron la Sala de Entrada, el Cruce, la Sala de los Polícromos, la Sala de los Muros, la Sala de la Hoya y la Sala del Pozo.
El desplazamiento de aire se produce a lo largo de toda la cueva y la presencia del hombre favorece el progreso de la masa de aire con micropartículas de agua hacia el interior (agua, polvo, bacterias o esporas de hongos), y con ello el desarrollo de los fenómenos de condensación sobre la roca y la dispersión de los microorganismos hacia el interior.
Materia orgánica
Saiz-Jiménez ha incidido en que la apertura de la cueva al turismo supone el aporte de una «enorme» cantidad de materia orgánica, lo que produce un desequilibrio en las poblaciones microbianas indígenas, que son desplazadas del suelo y las paredes por otros microorganismos más agresivos. Esa mayor biodiversidad puede llegar a originar brotes «difíciles de controlar», precisa este investigador, que recuerda como ejemplo el caso de Lascaux.
El ejemplo francés de Lascaux
La cueva francesa tan sólo estuvo abierta unos 15 años y permanece cerrada desde 1963, ya que desde entonces cuenta con unas réplicas para los visitantes. Lascaux llevaba varios años probando todo tipo de métodos, a veces sin éxito alguno, para detener la colonización de hongos, algas y otros microorganismos que estaba sufriendo la cueva, con riesgo para sus pinturas.
Hoy, a pesar de estar cerrada, todavía lucha contra la degradación. En 2001, sufrió un ataque de musgo blanco y recientemente ha aparecido una serie de manchas negras. Lecciones que deja a Altamira, ya que pese a estar abierta durante menos tiempo que ella, sufrió las agresiones de las visitas masivas.
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