Libros

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Lectora en feria

La Razón
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Yo he arrancado, con trabajo y con delicia, los tesoros que contienen los libros, y los he hecho propios. Apenas recuerdo cómo comenzó mi romance con los libros, con la lectura, tan cercano está ese acontecimiento a mi propio nacimiento a la vida consciente. Puedo decir, con Rimbaud, que desde niña miles de sueños me causaron dulces quemaduras. Y que las cicatricé entre páginas que, a su vez, han construido el destino de mi existencia. «Sembrad un acto y tendréis una costumbre; sembrad una costumbre y tendréis un carácter; sembrad un carácter y tendréis todo el porvenir de un individuo», decía Thackeray en otros tiempos. Así ha sido en lo que a mí respecta: leer fue un acto que se convirtió en costumbre, y más tarde en carácter y luego en porvenir. De pequeña no hubiese podido imaginar que llegaría el momento en que haría de los libros mi profesión (mi profesión es la de lectora, a eso es a lo que me dedico, en realidad: a leer el mundo). Que aquel impulso que había nacido de mi silencio y mi tristeza, y de mi extasiada contemplación de la belleza, un día iba a convertirse además en mi sustento. Espiritual, físico. ¡He conseguido ser lectora! Por deseo. También con trabajo. San Agustín aseguraba que no hay nada tan fatigoso como no trabajar, que la pereza derrocha una fortuna en la mitad del tiempo que necesita el trabajo para ganarla. Yo he arrancado, con trabajo y con delicia, los tesoros que contienen los libros, y los he hecho propios. Y luego he tratado de devolverles a otros lo que encontré en libros y en autores que acompañaron mi vida salvándome –sí– del aburrimiento y la soledad, y protegiéndome en muchas ocasiones incluso de mí misma.

La lectura, conforme maduramos, va quedando para los recalcitrantes, entre los que me encuentro porque opino, como Yago, el personaje de Shakespeare, que «en nosotros consiste el ser de un modo o de otro. Nuestros cuerpos son huertos en que hacen de hortelanos nuestras voluntades; de manera que si queremos plantar ortigas o sembrar lechugas, plantar hisopo y arrancar el tomillo, abastecerlo con un solo género de hierbas o repartirlo en varias, tenerlo estéril por pereza o cultivarlo con el trabajo… todo ello depende de nuestra voluntad». «Aut viam inveniam aut faciam», que diría Aníbal. Encontraré el camino, o lo abriré como sea. Yo encuentro, o abro, ese camino en mi interior cada día. El camino de la lectura. Soy lectora antes que escritora. Leer me ha hecho libre, me ha permitido soñar. Y digo de la lectura aquellas palabras de Cervantes: «Si yo pudiera sacar mi corazón y ponerle ante los ojos de vuestra grandeza»–les dice don Quijote a los duques hablando de su amada–, «aquí, sobre esta mesa y en un plato, quitara el trabajo a mi lengua de decir lo que apenas se puede pensar, porque vuestra excelencia la viera en él toda retratada». Estos días en que florecen las ferias del libro por doquier, soy feliz. Y a ustedes también les deseo salud y libros.