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Existe el suero de la verdad
La Policía ha obtenido un éxito rutilante con la detención de los presuntos Tigres de Arkan y supuestos autores de la muerte del primer ministro serbio Zoran Djindjic, asesinado en Belgrado con un rifle de mira telescópica en el año 2003.
El cabecilla de los presuntos terroristas serbios, reconvertidos en mafiosos dedicados al tráfico de armas y la prostitución, así como a trabajos de arreglo de cuentas o sicariato, según investigan los encargados del caso, es Luka Bojovic, individuo amante de la familia y fantasioso, que cree que están en vigor viejas prácticas como «el suero de la verdad».
Bojovic y sus tres cómplices capturados han pasado varios días negándose a comer para que no se les suministre ningún fármaco que les empuje a delatarse. Es decir, por miedo a ingerir el llamado «suero de la verdad». La actitud de estos supuestos asesinos sería cómica si sus figuras no resultaran trágicas.
Que unos tipos aguerridos, acostumbrados a manejar los tres subfusiles que se les han capturado y las siete pistolas semiautomáticas, amén de la escopeta, tengan esas ideas delirantes, obsesivas y casi esotéricas, revela una personalidad inmadura, presidida por el pensamiento mágico.
Ni siquiera en el lugar de donde vienen utilizan ya los llamados «sueros de la verdad», porque son varios: distintas sustancias que doblegan la conciencia y favorecen que algunas personas proclives a contar cosas sean aún más explícitas. Por lo demás, «el suero de la verdad» del que se habla en novelas y películas no existe.
No hay ninguna droga que haga hablar a quien no quiera hacerlo. Es por tanto la fantasía recurrente de un paranoico en el cerebro de un presunto asesino. La Policía española nunca ha utilizado el pentotal sódico, que es el fármaco que se conoce como el «suero de la verdad». Ni la burundanga, la escopolamina o la ketamina.
En España se utilizó, en tiempos, un tercer grado en interrogatorios, como el que se cuenta en «El crimen de Cuenca», pero nada de finezas como una inyección que hace hablar a las piedras. Por tanto Luka Bojovic, capturado por no prescindir de la compañía de su familia, como cuando vivía en su barrio serbio, es decir, víctima de su ideología de aldeano, debe haber leído lo de esa medicina, a la que teme, en algún cómic manga y ha aleccionado al resto de la banda, temerarios e ignorantes.
La «operación Zoológico» es el nombre adecuado de esta intervención, no sólo porque el padre de Bojovic fuera el director del Zoo de Belgrado, sino porque los de la banda son cada uno un animal de la peor especie.
El «suero de la verdad» es propio de las películas de espías y se le atribuye a servicios de las antiguas repúblicas soviéticas, de la Alemania del Este y otros durante la «Guerra Fría». Siempre como una sospecha digna de novelas de John Le Carré. No hay nada comprobado, pero desde luego es posible que algunos servicios secretos inyectaran hasta calmantes de veterinario para obtener información.
El pentotal sódico es un hipnótico que se utiliza en las inyecciones letales de los condenados a muerte en EE UU. Fue descubierto en 1930 su uso como analgésico y de inducción al coma y al sueño por un científico de los laboratorios Abbot.
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