Nueva York
Lenguaje musical
La música es una de las artes más antiguas para alcanzar el alma, que en ocasiones es un armazón impenetrable, difícil de llegar a él y comprenderlo. La usaron, con propósitos nobles y no tan nobles, los dioses griegos, y también reyes con carisma, como David, que entró en su Jerusalén bailando como muestra pública de arrepentimiento, de perdón. La liturgia, el rito cristiano, siempre ha recurrido al canto para asentar las creencias, como demuestra el gregoriano que todavía sigue escuchándose en algunos monasterios. Alberto Raposo (en la imagen) es sacerdote y uno de los componentes del grupo La Voz del Desierto, que ayer actuó en uno de los templetes de El Retiro.
Entre sus preferencias está el pop, aunque reconoce que los otros religiosos de su formación prefieren a Metallica y otras cosas así. Se ve que el siglo XXI ha ido diversificando el gusto y que uno, no por dedicarse a un oficio, tiene que llevar una partitura predeterminada. El Metropolitan Opera House de Nueva York, que hizo un sondeo entre sopranos y tenores, descubrió que en el iPod de sus estrellas operísticas abundaban más grupos como Nirvana, los Beatles y los Rolling, que compositores como Verdi, Puccini o Mozart. Las apariencias van engañando, y más en una centuria que predica tanto la estética, la imagen exterior. Lo que va por dentro sorprende después. A Alberto Raposo, que viene con una banda formada por otros cuatro curas y tres laicos, lo que le interesa de la música es su inmediatez para conocer gente de todo tipo, creyentes o no. Tampoco le preocupa la carretera, los ratos de furgoneta, que es donde van surgiendo las rencillas, los malentendidos que, por lo común, van arruinando a los grupos. «Es uno de los momentos que más me gustan». Pero lo que tiene claro es que cada música ocupa un lugar. «Lo que nosotros tocamos no está hecho para ninguna iglesia. Es de fiesta». Pues eso.
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