Benedicto XVI
Dignidad para todos y cada uno
No es la primera vez que Benedicto XVI se aproxima al dolor y la enfermedad. En otros viajes pastorales, la visita a personas discapacitadas o que sufren alguna patología ha estado presente en su agenda y, en esta ocasión, el Papa también ha querido estar cerca de los jóvenes que viven alguna de estas circunstancias.
Ayer, el Pontífice visitó el Instituto San José, un centro asistencial de la Archidiócesis de Madrid, ejemplo de la labor asistencial que realiza la Iglesia, en el que atienden a cerca de 130.000 pacientes al año con algún tipo de discapacidad física, psíquica y sensorial.
En el pinar situado a las afueras del edificio se levantó un improvisado escenario en el que se exhibió una talla de San Juan de Dios. En primera fila se ubicaban los discapacitados auditivos, después los visuales, a continuación los intelectuales y los físicos. En total, 170. La larga espera previa a la visita del Pontífice fue amenizada por payasos y el coro de la JMJ, que se atrevió hasta con un pasodoble. Un discapacitado también subió al estrado para contar su experiencia de Dios. El protocolo no permitía alargar más el acto, pero no perdió la oportunidad de leerlo aunque fuera antes de la llegada del Papa. Jorge Alonso, de 31 años, con distrofia muscular, estaba especialmente animado por el evento. «Me he puesto elegante para venir a ver al Papa. Sus palabras me ayudan mucho».
Fue uno de los actos menos multitudinarios de su visita pero, quizá, el más entrañable. Benedicto XVI quiso dar aliento a las familias, cuidadores y profesionales sanitarios que trabajan diariamente con discapacitados y, sobre todo, reconocer el papel clave que desempeñan. «Nuestra sociedad, en la que demasiado a menudo se pone en duda la dignidad inestimable de la vida, os necesita». Y no sólo eso, «contribuís decididamente a construir la civilización del amor, sois protagonistas de esta civilización...».
El Pontífice también dio respuesta a otra pregunta clave sobre el sentido de la vida y el dolor: «Cuando el dolor aparece en el horizonte de una vida joven, quedamos desconcertados y quizá nos preguntamos: ¿puede seguir siendo grande la vida cuando irrumpe en ella el sufrimiento?». Ofreció la respuesta parafraseando su propia encíclica sobre la esperanza cristiana (Spe Salvi, 38): «La grandeza de la humanidad está determinada por su relación con el sufrimiento(…). Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren es una sociedad cruel e inhumana».
Enfrentarse al sufrimiento
Benedicto XVI invitó a los asistentes a tomar como ejemplo a Jesús y su Madre Dolorosa a la hora de enfrentarnos al sufrimiento. «Son testigos que nos enseñan a vivir este drama para nuestro bien y el de la salvación del mundo». El cardenal y arzobispo de Madrid, Rouco Varela, intervino para introducir el acto agradeciendo el «aliento» y «consuelo» que la visita suponía para los profesionales sanitarios del Instituto San José, cuidadores y familiares en el «ejercicio de la caridad», una labor que calificó de «heroica». Y más en las circunstancias por las que atraviesa ahora la sociedad actual, «profundamente herida por la crisis del matrimonio y de las familias», destacó.
Especialmente emotivo fue el momento en el que un joven con discapacidad auditiva, Antonio Villuendas, de 20 años y estudiante de Arquitectura, contó su experiencia personal sobre lo que supone vivir con sordera y haber estado al borde de la muerte. No sólo resaltó el «amor insuperable de sus padres», también reflexionó sobre la discapacidad como «una ayuda para conocernos mejor y ser mejores», aunque la cara negativa es que «nos sentimos apartados, solos y diferentes».
Durante el acto, otros jóvenes discapacitados obsequiaron al Santo Padre en nombre de todos con un cuadro pintado por otro joven con discapacidad y un ramo de flores. Diez jóvenes tuvieron la ocasión de estrechar la mano al Papa durante el encuentro. Benedicto XVI se marchó del centro camino de Cuatro Vientos entre vítores y aplausos.
Un legado muy fructífero
Fue en el siglo XVI, a partir del legado de San Juan de Dios, cuando nació la Congregación de los Hermanos de San Juan de Dios. Tras pasar momentos críticos a lo largo de su historia, como cuando estuvo a punto de desaparecer tras la aprobación de las leyes de desamortización del siglo XIX, en el año 1934 la Orden se volvió a reorganizar. Su trabajo en sus 18 hospitales, 15 centros asistenciales, 9 de salud mental y 5 residencias de ancianos, son el reflejo de la magnífica labor que realiza.
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