De celos y recelos

«Historias mínimas», «La ventana», «El perro»... En efecto, hablamos de ese director argentino tan, pero tan simpático como amante de un cine íntimo, de los relatos sencillos, auténticos, muy humanos, de los personajes que deciden cambiar sus azares a través del movimiento y que ahora confirma en esta nueva película que también siente debilidad, y quién nos lo habría dicho, por Hitchcock. Y es que «El gato desaparece» (menuda saturación de felinos esta semana) se trata de un «thriller» clásico que por momentos coquetea incluso con el terror sobre los límites de la locura, sobre los celos (intelectuales, en el caso que nos ocupa); sobre que nadie, en fin, termina conociendo a nadie jamás, aunque lleves casado con tu pareja 25 largos años. Beatriz lo sabe: tras recoger a Luis del psiquiátrico donde ha permanecido una temporada por culpa de un violento ataque neurótico, cree que éste continúa arrastrando problemas mentales. Claustrofóbica, sobria e inquietante, la cinta se desarrolla casi por completo en el extraño piso que ambos comparten. Y la pesadilla comienza pronto, cuando Beatriz descubre a Luis, durante la noche, vaciando las librerías para cambiar el orden de los tomos horas después de que el animal que vive con ellos haya desaparecido. Lástima que el final se vea venir a poco que el espectador ande espabilado y el arañazo postrero del guión, tan minimalista por otro lado, pierda, así, una parte de pegada.

lo mejor:
Sorín ha creado una atmósfera turbadora y claustrofóbica
lo peor:
el guión es minimalista y echamos en falta saber más sobre sus personajes centrales