España

España no es Grecia

La Razón
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España no es Grecia, España no es Grecia y, además, España no es Grecia. Por frotación, el Gobierno está próximo a demostrar que, efectivamente, España no es Grecia. Una tarea con la ubicación geográfica y el idioma, aparentemente, a favor, pero que, abandonada en manos de gentes como Leire Pajín, corría riesgos. Incluir el griego como una de las lenguas de la nueva ONU del Senado o hacer aflorar «nuestro-lado-más-griego» con escayolas históricas o injertos del tipo: «Colón zarpó desde Lésvos a la búsqueda del Nuevo Mundo». Después de sudar para corroborar lo que no somos, en la encrucijada de la definición de la nación sobrevuela estos días de zozobra la vieja ocurrencia de Cánovas: «¿Español? Pongamos que español es todo aquel que no puede ser otra cosa». La economía no nos llevará a la tumba, sino que nuestros gobernantes hayan hecho de la patria su negocio, desencuadernándola, y nos conformemos con nuestras leyendas negras para explicar el abismo. Zapatero podría ser otra cosa (aunque es difícil reubicarlo), pero es el presidente, aunque el presidente ya no sea el presidente ni del Gobierno, en sentido canónico. Así, acabará mandando al país al chatarrero, fiel a su estilo «inspector Clouseau», pero tendrá la responsabilidad del dependiente de mercería que olvida cobrar un botón. España no es Grecia, Zapatero no es ZP ni ya, como canta Sabina, Clark Kent es Superman.