Cataluña

Conjura y conspiración

La Razón
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Pese a que ZP, tras su reunión con los empresarios, sigue engrosando su álbum de fotos –que ilustrará dentro de poco la página de la Wikipedia donde se dará cuenta de su papel en la historia de «estepaís» (de su «papelón», que el presi todo lo hace a lo grande)–; a pesar de las clamorosas llamadas al patriotismo (¿) por parte del Ejecutivo, convertido ahora en una suerte de ferviente plañidera cabreada; pese a que se conmina a la «ciudadanía» que aún está a medio «educar» a no alimentar con sus gemebundos bramidos pesimistas la voracidad de los especuladores internacionales que rondan a «estepaís» como buitres leonados sobre el agonizante cuerpo del padre de Bambi…, pese a todo, la cosa no va bien. No, señora. Tras perder las elecciones catalanas, Montilla ha vuelto a hablar castellano, entonando gravemente en la lengua de Cervantes su «Adiós, Lucrecia, te escribiré desde Venecia». El tripartito ya no es «tri», y apenas es «partito». El proceso de institucionalización que emprendió el socialismo, ayudado por sus cohortes de izquierdas guays, ha dado otro traspiés serio en Cataluña. Durante el primer capítulo del zapaterismo, la rápida tasa de desarrollo económico alentó el sueño revolucionario de la modernización política («modernización» según el modelo socialista, claro). La «ciudadanía de progreso» respondió al intento con entusiasmo: leyes de barniz exclusivamente ideológico, orientadas a modificar los usos y costumbres, la mentalidad «carca» de la sociedad («carca» según el modelo socialista, claro; o sea: de «derechas»; o sea: liberal). Fueron tiempos felices, aunque no nos dábamos cuenta. Felices porque entonces nuestros problemas eran sólo de semántica (¿moral?): «atentado o accidente», «negociación o apaciguamiento», «nación discutida o discutible», Plan Ibarretxe, Memoria Histórica, «ser vivo o ser humano», «matrimonio o pareja de hecho»… Etc. Las fuerzas progresistas nos dijeron cuál era la opción correcta a todas esas alternativas: nos dijeron que en realidad no había opción. ZP es un «revolucionario», (parece que no haya leído a Alexis de Tocqueville). En los años sesenta, Tierno Galván habló de la diferencia entre conjura y conspiración. La conjura se produce en contextos cerrados y posee un carácter mágico, misterioso. La conspiración, «au contraire», es el paso adelante que da la conjura cuando entra en la clandestinidad. Las sociedades desarrolladas evitan las conspiraciones. Las semidesarrolladas, las propician. Las circunstancias se conjuraron a favor de ZP cuando alcanzó el poder. Hoy, conspiran contra él no sólo las circunstancias. A ver cómo acaba esto.