Amnistía fiscal
El frío exterior por Luis del Val
Fuera de la Audiencia Nacional hace mucho frío. Además del abrigo, es necesario protegerse de las gélidas temperaturas con bufanda y guantes, y eso a pesar del calor de los manifestantes favorables, cada vez en menguado número, a lo mejor también no por falta de afecto, sino por el frío. Pero este hombre ya se asomó al exterior y abandonó la Audiencia en 1993, claro que sucedió en plena primavera, y fue recibido con cálidos aplausos en los mítines del PSOE a los que asistió en calidad de número dos por la candidatura de Madrid, el puesto reservado a los vicepresidentes de Gobierno. Dicen que Felipe González ganó esas elecciones gracias a la inclusión del juez en excedencia, aunque después no le compensó con un Ministerio, sino con una simple Secretaría de Estado a la que se denominó Delegación del Plan Nacional contra la Droga. Felipe le dijo que tuviera paciencia, que le nombraría ministro, y la paciencia, que puede que sea una de sus virtudes, le duró un año y, visto el frío que hacía en el interior de los partidos políticos, volvió a la Audiencia Nacional. Y allí, en un cajón, se encontró con el sumario de los GAL, cuya investigación hizo tambalearse tanto al Gobierno que acababa de dejar que no son pocos los que aseguran que contribuyó poderosamente a la posterior derrota de Felipe y al triunfo de Aznar.
Este hombre tiene una brillante hoja de servicios y una proyección internacional como no ha tenido nunca un magistrado español, y es muy hábil. Pero el problema de los hombres inteligentes es que, cuando se hacen un chequeo, no se miran la soberbia. Si se pudiera analizar la soberbia y, ante la subida de los soberbiatocitos, el médico recomendara un mes en una trapa y dos cucharadas de humildad antes del desayuno, se evitarían muchas complicaciones. Sucede, además, que de la misma manera que los lípidos no se disuelven en el agua, los soberbiatocitos no se diluyen por mucha dosis de inteligencia que posea el enfermo, y de ahí conductas de personas inteligentes que causan pasmo y asombro.
Hasta ahora ha logrado confundir desde las madres de la Plaza de Mayo al «New York Times». Las primeras merecen toda nuestra compasión y pueden seguir en el error de creer que el fin justifica los medios, que fue la consigna de la terrible dictadura argentina, pero el «New York Times» no creo que sea partidario de que cualquier juez pueda establecer escuchas entre abogados y acusados, cuando preparan la defensa. Y, de la misma manera que el NYT ya no denomina a los asesinos de Eta «guerrilleros del Frente de Liberación Nacional Vasco», como hizo durante mucho tiempo, la ardorosa defensa de Baltasar Garzón bajará unos cuantos grados hasta que alcance la frialdad. El frío puede ser un tratamiento de choque, y las personas de valía suelen sobreponerse. Lo deseamos. Y, entonces, sí brindaremos con champán, si nuestra situación económica nos lo permite, porque sólo los miserables brindan por la adversidad ajena.
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