Londres
«Macbeth»: Shakespeare cumple cadena perpetua
Es sabido que en tiempos de Shakespeare las mujeres tenían prohibido actuar. En aquel Londres de finales del XVI y principios del XVII, los hombres daban vida a las Ofelias, Julietas, Porcias y Cordelias en los escenarios
La misma idea ha alimentado más de un montaje desde entonces a modo de homenaje a menudo al teatro isabelino. Sin ir más lejos, en Madrid se ha visto no hace mucho «La casa de Bernarda Alba» con reparto masculino. Cuatro siglos después de su estreno en 1606, llega a Madrid un «Macbeth» que se ajusta a esta restricción, dirigido por Vanessa Martínez y con la firma de la compañía Teatro Defondo.
Aunque en esta ocasión, el motivo de que no haya mujeres en escena tiene que ver con la adaptación dramatúrgica: la compañía se ha llevado el sangriento drama a una cárcel. Como lo oyen: Macbeth, Lady Macbeth, Banquo, Duncan y el resto de personajes son reclusos en un presidio en el que sucede la acción.
«Siempre me ha gustado unir los clásicos con un teatro contemporáneo», comienza explicando Pablo Huetos, productor y fundador de la compañía y «actriz» en este campo de agramante sexual en la piel de Lady Macbeth. «La historia es muy actual, porque habla de los líderes que llegan al poder y se corrompen, hasta convertirse en tiranos. Nos parecía interesante hacerlo como se representaba en el XVII, pero para eso debíamos ambientarlo en algún lugar que lo justificase. Así que pensamos: ¿dónde encuentras hoy en día sólo hombres?». Y dieron con sus huesos en la cárcel, metafóricamente claro. Aunque no textualmente: a Shakespeare apenas le han tocado algunas comas, como suele decirse: «El texto original está prácticamente íntegro, no hemos cambiado nada y tan sólo hemos cortado unos pocos detalles», explica el actor. «Es un Macbeth perfectamente reconocible».
Aunque el ambicioso general del título, que hará correr la sangre en su camino al trono empujado por su viperina esposa, sigue siendo escocés, Shakespeare no ha necesitado de adaptación, ya que el texto mantiene la suficiente ambigüedad en sus líneas. «Por ejemplo, a Lady Macbeth nunca se la nombra así, con lo que no nos costó imaginarla como un hombre.
Yo le puse un nombre, Ernest, aunque sólo para los procesos de trabajo», recuerda el actor, para quien dar vida a una mujer «es un reto asombroso: tienes que intentar pensar como una mujer sin serlo, tratar de no caer en el amaneramiento». Incluso, rizar el rizo, ya que es un hombre que da vida a un hombre que en el texto original es una mujer... «He tratado de ser un hombre femenino, pero sin pluma, hacer una drag queen sería un error». Para ello, ha tenido que «superar cierta vergüenza. Hay una proximidad física que va más allá de lo sexual, por ejemplo cuando tengo que apoyar la cabeza en el pecho de Javier Manzanera, que da vida a Macbeth y es un bigardo, un tío enorme».
De Birnam a las cloacas
El texto original les ha permitido transformar el famoso Bosque de Birnam en un sistema de alcantarillas del que los actores salen embarrados, «que funciona igual a si salieran de un bosque, los conecta con la tierra y conecta con la historia de la prisión». Y recuerda, al hablar de las alcantarillas, una referencia cinematográfica de la compañía: «Cadena perpetua», de Frank Darabont. Otra película que los sorprendió cuando ya trabajaban en este proyecto fue «Un profeta» –«Celda 211», aclara, fue posterior–. Y es que, asegura Huetos, «una cárcel se maneja en términos muy parecidos a una organización militar, como las que traza Shakespeare en la obra. Aquí, más que un rey de verdad hay uno virtual, como el jefe de una banda, por ejemplo de Ñetas o de Latin Kings: en el escalafón no se habla tanto de generales como de subordinados y llevan tatuajes como los mafiosos».
En este paisaje dramático, con escenografía en forma de jaula de hierro firmada por Carolina González –habitual de la Compañía Nacional de Teatro Clásico–, las célebres brujas son tres espectros macabros que se aparecen en las duchas. «Pensamos que podrían representar a los reclusos que han muerto en la prisión por ajustes de cuentas», cuenta Huetos. Y asiente: «Tienen un punto gore, porque eso enlaza con la violencia de la obra, la sangre, los puñales...». Ya saben, el ruido y la furia.
Todo un clásico
Teatro Defondo se creó en 2002. En estos ocho años, se ha consolidado como una de las compañías jóvenes e independientes más volcadas en recupera con nueva voz los clásicos. Su primera propuesta fue «El desdén con el desdén», y desde entonces han abordado obras de texto y propuestas musicales, desde «La duquesa de Malfi» y «Don Juan» a «Las bodas de Fígaro». Este montaje cierra su trilogía de Shakespeare (antes llevaron a escena «Mucho ruido y pocas nueces» y «La tempestad») y para el próximo semestre recuperarán su producción de 2006 «El maestro de danzar», que compaginarán con este «Macbeth». Para finales de 2011 piensan preparar un Lope de Vega poco conocido, con el que en 2012 conmemorarán el «año Lope» que celebrará los 450 años del nacimiento del Fénix de los Ingenios.
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