Ceuta

Godoy tenía razón por Fernando De Haro

La Razón
La RazónLa Razón

No es un problema de nacionalismo español como algunos quieren hacer ver. España salpica la costa marroquí en forma de islote en los archipiélagos de Chafarinas y Alhucemas, en la península del Peñón de Vélez y de la Gomera y en Alborán. Las ocupaciones reales y ficticias de la Isla de Tierra y de Perejil han generado un cierto debate sobre «la utilidad» de esas posesiones. Hay quien argumenta que dado que son «indefendibles», que no se puede construir en ellos y que no tienen valor estratégico se les podrían entregar a Marruecos como gesto generoso de buena vecindad. Incluso hay quien acaricia la idea de que la entrega podría negociarse para que el reino alauí dejara de reclamar Ceuta y Melilla. A cambio de unas «rocas volcánicas» se podría obtener un mejor trato para las dos ciudades españolas.
El contrabando se podía transformar en un comercio regularizado y la entrada y salida sería mucho más fluida. Es sencillamente falta de realismo. Ninguna renuncia en este campo permitirá obtener ventajas.
Las relaciones entre Marruecos y España se desarrollan en un complicado tablero de ajedrez en el que ahora ha aparecido un gobierno islamita. Estamos hablando de un peón, pero en esta ya larga partida todas las piezas son imprescindibles.
El debate es viejo. Empezó a finales del XVIII y a principios del XIX se planteó la cesión de los enclaves al sultán del momento a cambio de concesiones económicas. Godoy la rechazó. El válido, que en tantas otras cosas se equivocó, parece que acertó. A lo largo del XIX y a principios del XX el debate se reabre en muchas ocasiones y siempre con el mismo resultado. En cuestiones territoriales es mejor no ceder, ni siquiera unos metros.