
Bruselas
Inevitable por Agustín de Grado

Franklin estaba en lo cierto. En la vida sólo hay una cosa tan segura como la muerte: los impuestos. Siempre a mano para los Gobiernos en dificultades. Zapatero llegó presumiendo de que bajarlos era de izquierdas. Se marchó habiéndose comportado como buen socialista: dejándolos más altos de como los encontró. Rajoy no esconde su transmutación: «Dije que bajaría los impuestos y los estoy subiendo». Más difícil de entender es por qué un presidente al que no le gusta subir los impuestos eligió en diciembre aumentar el IRPF en vez del IVA, motor de la actividad económica, y ahora eleva éste sin reducir aquél, que exprime el esfuerzo del trabajo.
Que los impuestos formen parte de nuestra vida no significa que aumentarlos sea inevitable cuando el Estado necesita ingresos. Schröder sentó las bases de la recuperación alemana en 2003: liberalizó el mercado laboral (como Rajoy), recortó subsidios del paro (como Rajoy), amplió la edad de jubilación (como Zapatero) y, ¡sorpresa!, redujo impuestos: el tipo máximo del IRPF descendió del 48,5 al 42. Con el PP hemos pasado del 45 al 52, eso sí, bajo el eufemismo de «recargo solidario», porque ya saben que no hay impuesto que no tenga un fin solidario. Aunque seamos tan poco libres para decidirlo como Rajoy para marcar otra política distinta a la impuesta por Bruselas.
Alemania emprendió también reformas de carácter constitucional. Como la de su Estado federal para adaptarlo a los nuevos tiempos, suprimiendo duplicidades y propiciando agilidad en la toma de decisiones frente a bloqueos inmovilistas. Una reforma, la del modelo de Estado, tan necesaria e inevitable, de la que no hay noticias en España.
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