Historia

Mónaco

Patrick Van Klaveren: «Las niñas monegascas no quieren ser princesas»

El embajador lleva el glamour de Mónaco en sus venas. Todavía no ha ido a ningún casino aquí, pero sí tiene una buena opinión de los españoles, algo que tiene el deber de conocer por orden del príncipe Alberto

Van Klaveren en la sede diplomática de la calle Villanueva, en pleno barrio de Salamanca, Madrid
Van Klaveren en la sede diplomática de la calle Villanueva, en pleno barrio de Salamanca, Madridlarazon

MADRID- Antes de ser destinado a España fue embajador en Bélgica, pero no estuvo encargado de las relaciones bilaterales sino de los asuntos medioambientales. Biodiversidad, protección del océano, lucha contra la polución, son conceptos que maneja a la perfección. Habla con soltura el castellano, aunque humildemente dice que «nunca aprendí». «España es mi primera cita como embajador. Por supuesto, que tenía relaciones con otros países y firmábamos acuerdos especiales con Panamá, Costa Rica, Colombia y Venezuela sobre protección de océanos pero directamente, como representación política de Mónaco en otra nación es mi primera vez».

–¿Quién decidió su nueva posición?
–El príncipe Alberto. El embajador de Mónaco es el embajador del príncipe de Mónaco para el Rey de España.

–¿Aprendió español en alguno de sus viajes o ya en España?
–Nunca aprendí español. El español que sé viene de un viaje que hice por una cuestión medioambiental y etnológica en México. Por lo que aprendí español con indios mexicanos. Me confundo mucho con el italiano. Es que estamos muy cerca de Italia, la mitad de mi familia viene de Italia, vamos allí de vacaciones... En Mónaco somos muy italoparlantes.

–Mónaco tiene menos habitantes que mi pueblo, Colmenar Viejo, (Madrid) y allí, más o menos nos conocemos todos. ¿Pasa lo mismo en su país?
–Totalmente. La primera vez que estuve en París pensé: «Llevo media hora andando y no me he encontrado con nadie conocido».

–Los cargos políticos son designados por el príncipe, que es el jefe del Estado, ¿verdad?
–Sí, son personales. Pero somos tan pocos que el Príncipe nos conoce muy bien. Todos hemos trabajado para el Gobierno. Pero también, debido a nuestra relación especial con Francia, el príncipe puede elegir a algún francés del Gobierno o de la Administración gala para que venga a trabajar a Mónaco, como es el caso de nuestro actual primer ministro. De hecho era una tradición que el «premier» fuera siempre francés, pero cuando el príncipe Alberto se coronó, cambió el acuerdo con Francia. Ahora también pueden ser monegascos.

–¿Quién se ocupa de los asuntos internacionales, los embajadores y el ministro de Asuntos Exteriores o el príncipe?
–Todavía hay contacto directo entre el Príncipe y los embajadores. Ahora estamos trabajando de una manera más moderna y sencilla, más cercana al ministro.

–¿Qué objetivos le han marcado en España?
–Construir una nueva relación. Pero el primer paso es conocer a los españoles, y conocer qué saben de Mónaco. Tengo que hablar con españoles, saber su punto de vista... Creo que no es muy conocido ni frecuentado por los españoles. ¿Por qué? No lo sé.

-Cada vez que se mete a Mónaco en el mismo saco que las islas Caimán y demás paraísos fiscales, ¿le parece una buena imagen del país? ¿Tienen que arreglarlo?
–Hay que hacer una distinción entre captación de capital y fiscalidad. Que el capital europeo vuele a las islas Caimán u otro destino exótico no es bueno para la población europea. Mónaco tiene particularidades, sí. El príncipe quiere tener una posición clara y construye relaciones bilaterales con muchos países. Pero el asunto principal es: «Lo que otros hagan, nosotros lo haremos», pero nunca podemos ser los primeros.

–El segundo país más pequeño del mundo tiene Embajada en el primero, el Vaticano...
–Sí. También tenemos en Liechtenstein y en Francia para Andorra. Así que tenemos una red para pequeños países. (Se ríe).

–¿Quién o qué ha hecho más por Mónaco: la primera dama, Grace Kelly, o la Fórmula 1?
–Está claro que cuando Grace Kelly llegó a Mónaco ella hizo más que la Fórmula 1. Ahora este deporte es muy importante. Aunque también depende de para quién. Si gana un piloto español, la Fórmula 1 es muy importante para España. Todo junto es un valor añadido para Mónaco. Es como el glamour. Sí, es importante. Y es que Mónaco puede ofrecer muchas cosas, «plus» glamour.

–¿Las niñas monegascas quieren ser princesas?
–(Se ríe). No. Creo que hay más que lo sueñan en España. Cuando las niñas ven el rol y el trabajo del príncipe se les quitan las ganas. Su agenda es increíble. Él es primer embajador de Mónaco, siempre está de viaje, además tiene su Fundación, lucha contra la pobreza, por la educación... En serio, no sé cuándo ni dónde está de verdad de vacaciones.

–¿Qué consejo le dio el príncipe antes de enviarle a España?
–Que sea sus ojos y sus oídos.



SUS FAVORITOS
Un lugar
«Mónaco es muy pequeño. Son sólo dos km2 por lo que el país en sí merece la pena. Recomendaría el Museo Ocenográfico, el Palacio Real, el Casino... La verdad es que tiene una posición privilegiada entre los Alpes y el mar».

Un libro
«Me gusta mucho leer, sobre todo libros sobre vida salvaje, arqueología, novela histórica y también obras técnicas sobre fotografía. Recomendaría al francés Eric Orsenna: ‘‘Viaje a los países del algodón'', donde explica la globalización».

Un palto
«La comida típica de Mónaco es el bacalao. De España lo que más me gusta es el jamón, la paella (de vez en cuando) y el pescado. El vino español es muy interesante».