Educación
Los antisistema siguen en pie de guerra en la Complutense
Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense. Poco antes de las dos de la tarde. Lejos de haber pasado página a lo ocurrido el jueves, la tensión se palpa por los pasillos después de que una treintena de jóvenes asaltara la capilla, se despojaran de sus camisetas y leyeran una proclama contra la Iglesia en torno al altar.
A pesar de que la ley antitabaco entró en vigor hace más de un mes, los porros se fuman sin problema en torno a la cafetería, justo donde los grupos antisistema del centro venden camisetas con sus proclamas. A diez metros, la puerta de Contrapoder –una de las asociaciones a las que se acusó de estar detrás del acto–, permanece cerrada. «No vamos a hacer declaraciones, todo está en el comunicado de la web», comentan cuando se les invita a denunciar quién organizó el ataque.
Frente a este mutismo, en el hall de la facultad se arremolinan varias decenas de jóvenes y algunos profesores. Debate abierto. «Lo que hicisteis el jueves está haciendo mucho daño a vuestro movimiento. Vuestras reivindicaciones pierden todo su sentido cuando perdéis las formas e irrumpís en un espacio aprobado por la Universidad y que muchos consideran sagrado», comenta uno de los docentes a un grupo de chicas apostadas bajo un cartel que invita a realizar «una revolución de la mujer». Lejos de entrar en razones y admitir el error, una de las jóvenes –habitual del puesto antisistema y que se deja caer muy de vez en cuando por la sede de Contrapoder–, confiesa formar parte de la comitiva que se desnudó ante el altar, se encara al profesor: «¿Enseñar las tetas es profanar una capilla? Para mí no lo es», responde despidiéndose del profesor con un irónico «gracias por sus lecciones de libertad» sentenciando su actitud. «Pues para mí sí es una ofensa», comenta al paso uno de los jóvenes que forman parte de la asociación cristiana Atlántida que ayer recorrieron el campus informando a los estudiantes a través de un comunicado del suceso y haciendo un llamamiento a la «libertad de expresión, la libertad real de exponer las propias ideas y discutirlas en el espacio público».
«Antes de que ocurriera lo de la capilla, varios estudiantes de Políticas nos dijeron que se había "decidido por consenso"que no podíamos repartir "Samizdat", el periódico que editamos mensualmente», explica Nacho de los Reyes, uno de los estudiantes que elabora esta publicación.
Sosiego en el templo
Frente al alboroto de Políticas, en el módulo de Psicología, donde se encuentra la capilla, prima el sosiego. Quieren pasar página y borrar el episodio, como han hecho con las pintadas con amenazas e insultos que rodean al templo. De hecho, y a pesar de que celebrarán una eucaristía de desagravio el próximo viernes, insisten en que «no buscamos confrontación alguna». Eso sí, poco antes de la misa diaria se ve más movimiento del habitual. Por un lado, por los centros de flores que no paran de llegar desde el viernes para adornar el altar. «La gente se está volcando de esta manera en un gesto de desagravio», comentan las jóvenes que a pie de calle reciben el regalo. Por otro, el goteo de profesores para condenar la acción es constante.
«No soy creyente, pero lo que ha ocurrido es intolerable, por razones ideológicas ataca los principios de la Constitución, y además, atenta contra el espíritu universitario donde las ideas se discuten, pero donde no hay sitio para la violencia», explica Rafael Dobado, catedrático en Economía .«Hablo para defender la institución, es un debate ajeno a las elecciones de la Universidad». «Es la primera vez que vengo a la capilla, y lo hago porque lo que ha ocurrido es una vergüenza. El problema es que este comportamiento se ha tolerado y alentado desde distintos foros en esta Universidad», denuncia otra profesora, Nuria Puig.
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