Pamplona

Puerta grande y enfermería

Pamplona. Última de la Feria de San Fermín. Se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo, desiguales de presentación, algunos terciados para la plaza de Pamplona, descastados, al límite y de poco juego. El 4º y el 5º, con movilidad. Lleno. Juan Mora, de azul añil y oro, media estocada (palmas); herido. El Juli, de azul y oro, se echó y lo tuvieron que apuntillar (silencio); en el de Mora, dos pinchazos, estocada trasera (saludos); estocada (dos orejas). Sebastián Castella, de azul añil y oro, pinchazo, dos descabellos (silencio); estocada (silencio).Parte médico de Juan Mora: «Una herida por asta de toro con dos trayectorias, una ascendente de 20 centímetros que llega al hueso de la pelvis; y otra transversal de 15 centímetros, que alcanza el fémur». Con «fuerte hemorragia, es operado bajo anestesia general». Además, tiene otra «pequeña cornada que afecta a la bolsa escrotal». Pronóstico «grave».

Juan Mora, corneado por el cuarto a la salida de un muletazo
Juan Mora, corneado por el cuarto a la salida de un muletazolarazon

Cerca de los 50 años, Juan Mora vino a Pamplona como si fuera a debutar. Fina la figura, entero el valor y para hacer el toreo. Había estado a gusto con el capote ante el primero de la tarde, un núñezdelcuvillo terciadísimo para lo que gastan en esta plaza, y que se paró pronto. Tenía la casta bajo mínimos y apenas llegaba a la medianía del medio muletazo. Pero sólo por ver cómo concibe el toreo al natural Juan Mora ya valía la experiencia. Esa verticalidad, la muleta cogida, de siempre y parece que por siempre, desde el extremo del palillo, de perfil, pero enseñando el pecho y sin doblegarse por muy puñetera que fuera la embestida. Aunque eso, a veces, tenga su precio. La aparente tranquilidad que logró con el primero se esfumó nada más salir el cuarto. Desde el saludo de capa el toro le puso las cosas en contra. Al tercer o cuarto lance le arrolló y le hirió en el paquete escrotal. No se amilanó, le taparon las intimidades para seguir en pie con el toreo a cuestas. Se tropezaría ante la cara después para recibir otro revolcón. El Juli estuvo presto, y compañero, y casi se lleva un disgusto por el gesto. El toro tenía cosas buenas, aunque no perdonaba. Estaba listo, ávido entre pase y pase. Mora comenzó por bajo con torería, con sabor, largo el viaje, hondo el remate, profundo el sello. Y nos dejó, antes de robarle el toro la entrega, y la carne, y herirle extenso, roto en el ruedo, esta vez sí..., antes del desenlace, nos dejó el torero aquellos naturales de excelso trazo, de sublime intención. En uno de ellos repuso rápido y le encontró allí. Justo allí para cornearle. Para él fue la ovación tras acabar El Juli.

El madrileño tardó poco en meterse al público en el corazón en el quinto. Tras la estocada, punto baja también, paseó las dos orejas El Juli. Puerta Grande otra vez. Aprovechó la movilidad del toro de Cuvillo para montar una faena ligada, de mucho oficio y tirón en la explosión final cuando se pasó al toro por donde le vino en gana sin menguar posiciones: ni un milímetro. Antes, el quite por chicuelinas, dejando al toro llegar de verdad y en el sitio, fue una auténtica belleza. Fue el toro de la tarde, de un encierro desigual y algunos demasiado justos, que no llegó a romper en el último tercio.

Bochornosas incluso las sensaciones dejadas por el segundo y el tercero. El del Juli, tan al límite, exhausto que se echó y hubo de apuntillarlo. Sin remedio, no había alternativa al panorama.

A Sebastián Castella el tercero le dejó poco recorrido para el toreo: el animal dudaba entre echarse en la arena o huir de la pelea. Entre una cosa y otra se le fue la lidia. Más se dejó el sexto, sin ser tampoco para tirar chupinazos. La voluntad de Castella se quedó ahí, en voluntad. Un torero se iba en volandas para cerrar los Sanfermines y a otro lo estaban curando en la enfermería.