Finlandia

Rajoy en la estación de Finlandia

La Razón
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En plena Gran Guerra, Vladimir Ilich Lenin permanecía enclaustrado en Suiza. Aunque los alemanes avanzaban por los Lagos Masurianos, el Zar no se rendía; Lenin negoció con los enemigos de su patria para que a él y a los suyos del Comité Revolucionario los metieran en un tren precintado que atravesó las líneas hasta la estación de Finlandia. Al presidente Mariano Rajoy le ha pillado un micrófono indiscreto comentando, precisamente, a su colega finlandés, que en cuanto reorganice la ordenación laboral española tendrá que sufrir una huelga general. ¡Hombre! Lo extraño sería que reformara unas leyes laborales que provienen de la revolución falangista protagonizada por José Antonio Girón de Velasco y que los sindicatos UGT y CCOO no pusieran el grito en el cielo ni llamaran a la huelga general. Si el presidente patrocinara una reforma laboral «light» y los sindicatos se llamaran a andana sería cosa de preocuparnos severamente. Una reforma laboral es inherente a una huelga general como una sardina a un gato, y quizá por ello Rajoy se lo toma como beneficio de inventario. Nuestros sindicatos no trabajan para los casi 6 millones de parados y toda su historia, no asumida, deviene del franquismo. No son sindicatos verticales. Son sindicatos tal como aquellos subvencionados por el Gobierno del Estado. Solo USO mantiene la decencia de vivir exclusivamente de las cuotas de sus socios. La sombra europea del I.G.METAL alemán, el gran sindicato germano, planea sobre estos pitufos que no saben adelgazar (Cándido Méndez) o Ignacio Fernández Toxo, experto en cruceros que no se vuelcan. La huelga general es la sangre de estos fracasados de antemano. No pasa nada. A Felipe González en los mejores tiempos le hicieron dos huelgas generales y media (tuvo poco seguimiento) porque el Gobierno socialista pretendía un proyecto que aliviara el paro juvenil. Rajoy busca algo más, así que está desembarcando en la estación de Finlandia.