Barcelona
Iñaki y Cristina cuadran las cuentas
El alto alquiler de su antigua residencia les ayudará a pagar la hipoteca y a aumentar sus ingresos. Ahora sólo mantiene su trabajo la Infanta Cristina
Los Duques de Palma y sus hijos Juan, Pablo, Miguel e Irene se mudan de casa a finales de este mes. Personas próximas confirman que estos días se ultiman los detalles del contrato de alquiler de su antigua casa residencial, situada en el selecto barrio barcelonés de Pedralbes, con los nuevos inquilinos, al mismo tiempo que ellos cierran también el contrato de su nueva casa, que no está muy lejos de su antiguo domicilio.
La pareja, tal y como ya se publicó en este periódico hace un mes, ha preferido mantenerse en la misma zona donde vivían antes por dos razones: una, para que sus hijos mantengan los amigos de siempre y no se sientan extraños en un barrio nuevo y desconocido para ellos; y otra, para que no tengan que hacer un largo desplazamiento en coche o en autobús desde su nueva casa hasta el Liceo francés, centro en el que cursan sus estudios.
La idea que ha primado a la hora de planificar el traslado es la de obtener una renta alta, dada la gran extensión y completo acabado de la residencia que están a punto de dejar, que les permita pagar un alquiler sustancialmente más bajo, les ayude a pagar la hipoteca aún pendiente y aumentar sus ingresos en un momento en el que sólo la Infanta Cristina mantiene su puesto de trabajo. Aunque no se sabe aún la ubicación exacta del nuevo hogar de la familia Urdangarín Borbón, personas cercanas a Los Duques han asegurado a LA RAZÓN que se habrían decantado por un chalet pareado o adosado para vivir de ahora en adelante, fundamentalmente por razones de seguridad.
Difícil adaptación
No hay que olvidar que la Infanta y su marido siguen teniendo protección y servicio de escolta por ser miembros de la Familia Real, aunque apartados desde hace un año de las actividades oficiales por decisión personal del Rey. Desde el pasado mes de diciembre, cuando empezaron a destaparse los detalles del llamado caso Noos, como pieza separada del caso Palma Arena, no han participado en acto público alguno junto a los Reyes y los Príncipes de Asturias. Tan sólo la Reina ha mantenido encuentros con su hija, su yerno y sus nietos desde que la Casa del Rey anunciara la medida, primero en Washington, después fugazmente en Palma el pasado verano y hace poco en Barcelona, donde se desplazó para estar junto a su nieto Juan el día de su cumpleaños.
En cualquier caso, la adaptación a la nueva vida de los Duques de Palma en Barcelona está siendo, tal y como preveían muchos, difícil y complicada. Los únicos que llevan una vida normal, dentro de lo que cabe, son la Infanta Cristina y sus hijos. Ella acude, cada mañana, a la Fundación La Caixa, de la que es responsable del área social, mientras que sus cuatro hijos permanecen en las aulas del Liceo francés. El más desubicado es, claro está, Iñaki Urdangarín que reparte su tiempo entre la preparación del juicio con su abogado, ante la inminente fase de acusación, y la práctica de algunos deportes. Pero, con frecuencia, según informan algunos medios catalanes, Iñaki tiene que afrontar insultos y desprecios por parte de personas que le quieren dejar claro su rechazo por los presuntos delitos que se le imputan. Un situación dura que hace dudar a algunas personas de su entorno si el regreso de la familia Borbón Urdangarín a España ha sido la decisión más acertada.
Un matrimonio firme
Lo que está fuera de duda es que el matrimonio sigue firme como una roca y no hay fisuras de algún tipo entre la pareja. En el calvario particular de los Duques de Palma, amargo y lleno de obstáculos, no ha habido ni un sólo síntoma de desfallecimiento y es evidente que la hija de los Reyes sigue apoyando a su marido en esta época de graves problemas. Y no es que no hayan tenido que tragar algún sapo que otro en este largo año en el que se han visto apartados de la vida pública de la Familia Real, sino que han tenido que enfrentarse a su condición de «proscritos», cuya presencia ha provocado más de un gesto de airada protesta por parte de antiguos incondicionales que se prodigaban en elogios y deferencias. Su consuelo es que los amigos de verdad no les han hecho el vacío al volver a Barcelona. Siguen con ellos dispuestos a acompañarles y mostrarles su apoyo en esta larga y dura travesía del desierto.
✕
Accede a tu cuenta para comentar