JMJ de Río
OPINIÓN: Valentía hoy
Valentía es la gallardía, arrojo feliz, en la manera de concebir o ejecutar algo. ¿Quién no se sentiría feliz de poder pensar, en el ocaso de esta vida, que se ha conducido así, hasta el término?
No me refiero a la valentía que surge en un instante de arranque valeroso, aunque fuera digno de dar pie a un poema épico –puesto que actitudes, que no actos, son objeto de nuestra consideración–, sino a la valentía que encuadra, ennobleciéndola, toda una vida.
En un católico la valentía arraiga en convencimientos profundos: la segura realidad del amor del Padre Dios, el sentirse gozosamente realizando su voluntad; el convencimiento de que todo colabora al bien de los que le aman; la certeza de que, para Dios, no pasa inadvertido el más ligero esfuerzo de trabajo, de generosidad, de delicadeza. Sabe que conviene mucho no apocar los deseos, y que la valentía es condición del actuar humano del hijo de Dios. Forma parta del aire de familia de quienes, por la acción de la gracia, se van asemejando a Cristo, que vivió como nadie, cuanto el Padre esperaba de Él.
Esta actitud remite también a las exteriorizaciones más consecuentes con la fe de la existencia cotidiana. Es valiente quien defiende sin complejos el honor de Dios y de la Iglesia, o el bien el prójimo. Quien no soporta, desde el silencio, lo que escandaliza a los pequeños o perjudica a los indefensos. Quien se opone al entorno inmoral y se esfuerza en testimoniar que vive desde una exigencia y una escala de valores, que contrastan con muchos valores al uso. Lucha, en fin, por ser un amigo fuerte de Dios.
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