Bruselas

Imprevistos

La Razón
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El acuerdo de la Unión Europea por el que se reestructuraba la deuda griega fue acogido en su momento con entusiasmo en los mercados. La quita era sin duda necesaria y el 50% era lo mínimo exigible. Sin embargo, el diablo estaba en los detalles. La quita era oficialmente voluntaria, de modo que la reestructuración no suponía un evento de quiebra y, por tanto, los CDS, pólizas de seguro en caso de bancarrota, no se hacían en principio efectivas.

Esta perversión del espíritu del contrato del CDS supone eliminar para el inversor una herramienta imprescindible para la cobertura de riesgo soberano, causando una retirada de liquidez y forzando a los tenedores de la deuda a deshacer sus posiciones. Creo que ha sido esto el causante del penúltimo episodio de la crisis de deuda europea, que esta vez ha afectado de forma más virulenta a Italia. Ya no hay medida posible que salga gratis, todo tiene un coste y no sé si Merkel y Sarkozy están calibrando correctamente los mismos. De todas las políticas que se están poniendo en marcha, la de derrocar gobiernos democráticamente elegidos es sin duda la más aventurada, y veremos qué precio se pagará por ello.

No es lo mismo que medidas de ajuste impopulares sean aprobadas por un gobierno con el capital político que dan las urnas que por un gobierno de tecnócratas impuesto por Bruselas. De hecho, ahí reside la gran oportunidad de España el próximo 20 de noviembre: dar impulso a un nuevo proyecto político con legitimidad para desarrollar una verdadera agenda de transformación de nuestra economía. O eso, o en pocos meses estaremos como Grecia e Italia.