El Cairo
Camellos en internet
El sha de Persia prohibió las fotos de los camellos porque proyectaban el atraso de los iraníes, acostumbrados a comer raíces secas, langostas (insectos, no marisco) y pasteles con excrementos de vacas. Hasta ayer, Egipto era un piso a medias entre Mubarak, el aplicado guardés, y el impúdico mundo libre, pero internet ha descubierto para los ciudadanos de El Cairo que, aunque no abrevaran en la televisión, allí había demasiados camellos. Existe otra vida si en vez de un dólar al día, tienes dos, no hay que soñar con Saint Tropez sino con un tazo de sopa. Este dictador recién descubierto –si parece un pato, anda como un pato y grazna como un pato, es probable que sea un pato– era nuestro aplicado hombre en Egipto, que recibía y daba. Recibía y daba como los otros «hombres» de Oriente y África, que hoy se tientan la ropa. Estos han seguido el modelo de Reza Pahlevi, capaz de salvar la construcción de los F16 americanos y encargar un buen pedido porque con el petróleo iraní no distinguía entre el precio de un caza y el de una alubia. El último sha huyó después de haber amasado 40.000 millones de dólares. Vino a por él un anciano que vivía en una casa pobre, sin ventilación y con escasa agua corriente: Jomeini. Al espíritu de aquella revolución es a lo que realmente se teme, porque quizá ya no se pueda llevar a cabo el dictamen de Churchill para un dictador cualquiera: «We brought him, we took him» (nosotros lo quitamos, nosotros lo ponemos).
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