Feria de Bilbao
Aguilar la verdad callada del toreo
- Las Ventas. 21ª de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de Javier Pérez Tabernero, el segundo, sobrero de Domínguez Camacho, sustituido por otro, tris, de Torrehandilla, que se devuelve y sale un sobrero de Conde de Mayalde. De la divisa titular, el 3º encastado, el 4º bueno, el resto deslucidos. Lleno.- El Fundi, de rosa y oro, media, descabello (silencio); casi entera (palmas).- Sergio Aguilar, de azul y oro, pinchazo, estocada (saludos); estocada (saludos).- Luis Bolívar, de grana y oro, estocada caida y tendida, aviso (saludos); estocada (silencio).
Un despropósito. Madrid se había convertido en el universo de las circunstancias mal dadas. Pobre Sergio Aguilar, lo que tuvo que aguantar, y torear, hasta que el segundo de la tarde fue en realidad su segundo toro, al que tendría que dar no sólo lidia, sino muerte.Le devolvieron al titular, también al sobrero de Domínguez Camacho, que se descoordinó al salir del peto y que apuntaba buenas maneras, y, desolador el panorama, al de Torrehandilla, que le hizo el piquero un siete en todo lo alto. ¿Desatino? ¿Cúmulo de despropósitos? Habíamos perdido el rumbo a estas alturas. El definitivo, de Conde de Mayalde, se cebó con el caballo y no veía salida. Se la dio el diestro, que es un torerazo, y lo demostró. Tragó una barbaridad cuando llegó el toreo de muleta. Se puso en el centro, el escenario de la pelea, el ruedo en libertad. Y ahí se encontró Aguilar con un toro de malas ideas, listo, avispado y retorcido en el envite. Dispuesto a ganarlo todo, tanto que al segundo natural, por donde el toro aparentaba algo más, se lo echó a los lomos. Su valor no tiene fisuras, ni dobleces ni gana un resquicio de aplausos por complicidad. No se dio importancia pero sí estuvo importante. Regresó a la cara del toro por la derecha, más firme que una vela, y con la verdad por delante, dando el pecho, el cite plano y a mandar. Por momentos, olía a tragedia. Se intuía. Nos rondaba. Antes de darle muerte lo probó de nuevo por el zurdo. Ni una duda, ni un leve atisbo de dar el paso atrás. Torero hecho. Torerazo, cuajado, hondo y preparado para funcionar. Lo volvió a demostrar con las descompuestas embestidas del quinto. Se la jugó sin meditarlo, sin aspaviento y hasta arriba de verdad. La corrida de Javier Pérez Tabernero fue una escalera fea de presentación, no había línea a seguir, pero sí hubo toros que mantuvieron el interés. La emoción más clara la vivimos con Bolívar en el tercero. El toro exigía tela porque embestía como un tren, desbordándose a veces, sin humillar y devorando la muleta más y más. Por la derecha explotó la historia, cuando el torero le ligó las boyantes arrancadas. Era el duelo de poder a poder. Bajó el tono en los naturales, menos rotundo el toro y desdibujado total el colombiano. Cortó la faena para irse a por la espada y al regresar, viento, vendaval, sinfonía que se va y una faena truncada a medio camino. Un inválido le salió en sexto lugar para rematar. Y ante eso no hay remate ni voluntad que resuelva el entuerto. El Fundi, en la primera de sus tres tardes en Madrid, se llevó un cuarto con calidad, noblón y con quince o veinte arrancadas para disfrutar. Le costó meterse en la faena y creérselo. Poco a poco se lo sacó a los medios, aumentó la fe, pero al trasteo le rondaron las medianías y lo engulló todo. Discreto quedó con el descastado primero, cuando estaba todo aún por torear. Madrid nos dejó ayer el reflejo de esta interminable Feria de San Isidro: un porcentaje de inválidos; toros que embisten y se van con la frialdad con la que llegaron; y sin oponentes para disfrutar cuando el alma está presa para el toreo de verdad. Te seguiremos esperando, Aguilar.
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