Esperanza Aguirre

Esperanza rojigualda por Daniel Portero

La Razón
La RazónLa Razón

En 2007, tuve la oportunidad de conocer a Esperanza Aguirre en una reunión en el despacho de la calle Génova, en la sede del PP. Era una época muy difícil para las víctimas del terrorismo ya que el Gobierno de Rodríguez Zapatero estaba en plena y profunda negociación con la organización terrorista ETA. Fui de la mano de su hermana Piedi, persona a la que tengo un cariño y aprecio especial, y tuvimos una larga conversación especialmente interesante, cariñosa, amena y de un nivel intelectual fuera de lo común. Después de aquella reunión, no he tenido la oportunidad de poder charlar en profundidad con ella, salvo pequeños momentos para saludarnos, pero sus continuos gestos hacia las víctimas del terrorismo, su comprensión, su ayuda, sinceridad y coherencia, me han hecho reflexionar que, nunca antes, un responsable político había estado tan involucrado con la lucha antiterrorista y con las víctimas. De ella, mi familia tiene un grato recuerdo y devoción muy especial porque, después del asesinato de mi padre –cometido por ETA en 2000–, Esperanza tenía la responsabilidad de ser presidenta del Senado y tuvo un detalle precioso con mi familia. Continuamente he visto a lo largo de mi vida y a mi alrededor que, cuando un responsable político, judicial, etc., deja su responsabilidad, inmediatamente es olvidada, porque ya no existe el mismo interés en una persona que deja de ejercer una gran responsabilidad. Al contrario, la ciudadanía, es generosa, cariñosa y continúa avivando la memoria de aquellos responsables políticos que nos han marcado por su intachable trayectoria profesional. Yo también tengo un familiar que tiene una importante responsabilidad política y puedo asegurar que el sacrificio que realiza la familia es inmenso, aunque absolutamente desinteresado y con muchísimo cariño. Por todo lo anterior, lo único que le deseo a Esperanza es que la vida le devuelva todos los momentos que no ha podido disfrutar con su familia, amigos, etc. por todo su tiempo dedicado con gran sacrificio a la ciudadanía española y de Madrid. Los colores que llevabas en la correa de tu reloj son ejemplo de tu dedicación a tu país y deben ser los colores de todos nosotros los españoles: la rojigualda.

 

Daniel Portero
Presidente de Dignidad y Justicia