Hollywood

«Blancanieves»: De vuelta al ruedo

Dirección y guión: Pablo Berger. Fotografía: Kiko de la Rica. Intérpretes: Maribel Verdú, Macarena García, Daniel González Cacho, Ángela Molina. España, 2012. 99 min. Melodrama.

La Razón
La RazónLa Razónfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@713eb963

Zanjemos el tema de «The Artist»: «Blancanieves» se parece tanto a la película de Hazanavicius como el cine de Guy Maddin a una castaña. Nada que ver. Lo que ha hecho Berger no es un homenaje mimético: es demostrar que el cine mudo puede respirar otra atmósfera, hacerse contemporáneo porque el suyo es el tiempo de los mitos. Y ahí está esa leyenda en forma de cuento infantil de raíces góticas, ese argumento universal en el que Blancanieves es hija de torero inválido, no hay siete sino seis enanitos, la madrastra mataría por salir en la portada de «Lecturas» y el príncipe azul es más azul que nunca. Se dirían cambios caprichosos, hechos para llamar la atención, o para distinguirse de las dos versiones del relato de los Grimm que Hollywood ha facturado este último año, pero están excelentemente integrados dentro de la tradición histórica del esperpento y el melodrama folletinesco, y funcionan muy bien en el contexto de nuestra España, tan glamurosa como grotesca, tan deudora de Luis Marquina como de Murnau y Tod Browning, tan cerca de Val del Omar como de Abel Gance y Dziga Vertov.

Hablamos de modelos, aunque «Blancanieves» los rehúsa con la violencia de un zapateado que remonta un sueño, que despierta de la amnesia al espectador de cine español, tan poco acostumbrado a los arrebatos de genio que no excluyen su mirada, que la hacen cómplice del juego. Hay, decíamos, una conciencia de contemporaneidad en la propuesta de Berger, que no devuelve a las imágenes su pureza original sino que tiene en cuenta la mochila emocional con que las disfrutamos. Si los frutos del cine porno de «Torremolinos 73» cristalizaban en un hijo deseado pero bastardo, «Blancanieves» concibe el cine como acto de amor y rito funerario: ambas son películas intensas y melancólicas, que invocan una poética de una humildad poco frecuente en el cine español. Berger entiende el cuento de los hermanos Grimm como una fábula sobre la fatalidad, en la que la justicia poética se encarna en una oportuna lágrima. ¡Y qué bella lágrima!