Sevilla

El Ayuntamiento deriva a Cáritas en las Tres Mil por la falta de recursos

El alcalde, Alfredo Sánchez Monteseirín, lo negó, con vehemencia, contrariado, ante los voluntarios de Cáritas. Tres veces, como san Pedro. «En El Esqueleto me dicen lo mismo, pero al revés», aseguró. Los hechos le contradicen. Desde noviembre del pasado año, la unidad de trabajo social del Ayuntamiento en las Tres Mil Viviendas remite a los servicios de la Iglesia, ante la falta de fondos económicos. Una situación que se ha intensificado aún más desde el mes de abril.

El Ayuntamiento deriva a Cáritas en las Tres Mil por la falta de recursos
El Ayuntamiento deriva a Cáritas en las Tres Mil por la falta de recursoslarazon

A la parroquia de Jesús Obrero llegan numerosas familias solicitando servicios de primera necesidad en una barriada donde la trascendencia de la palabra «crisis» adquiere las connotaciones más dramáticas que se puedan imaginar. La situación es –sin paliativos– «crítica». Cáritas ha registrado este año un aumento del 50% de la demanda de ayuda. Y, de ellas, el 68% de población nacional y el 32%, extranjera. Alimento, ropa, dinero, en esta época mucho material escolar. En las Tres Mil Viviendas, aún más.

Todos los atendidos –así lo exige Cáritas– pasan primero por el centro de El Esqueleto, ya que la obligación legal de los servicios sociales recae sobre las administraciones públicas a las que la ciudadanía paga sus tributos. La obligación de la Iglesia, cabe recordar, es moral y los fondos que recibe del Estado provienen de la asignación voluntaria de los contribuyentes. De El Esqueleto regresan a la parroquia de Jesús Obrero, en la mayoría de casos, con una nota de la UTS subrayando la prioridad por la escasez de recursos de la familia en cuestión.

La situación es «desesperada», sin rastro alguno de hipérbole. No se trata de casos aislados. Si la crisis ha afectado gravemente a las zonas con más recursos de la capital, un barrio históricamente degradado y olvidado como las Tres Mil ha quedado «enterrado» en el pozo de la desesperanza. Cáritas, desbordada por la demanda, se ve obligada a atender a las familias «por cita previa».

Los voluntarios han aumentado las horas del servicio de ayuda. A las 5:00 horas ya hay personas esperando en la cola. En una jornada, se da asistencia a unas 30 familias. Cáritas –con la que está cayendo– no puede pasar del «existencialismo», a pesar de que su finalidad es preparar para que «las personas puedan valerse por ellas mismas». Aquello de la caña de pescar y el pescado. «Hace unos años, tras la preparación en un determinado puesto, recomendábamos a las personas en un determinado trabajo, de camarero o de dependienta, por ejemplo. Pero ahora no hay nada. Aprenden un oficio y no pueden trabajar», cuenta una voluntaria. Si no hay trabajo para los universitarios con varias carreras e idiomas, «menos para quien apenas ha logrado aprender a leer».

Educación integral, farmacoterapia –con seguimiento de los enfermos incluido–, atención social, economato –que da sustento a 60 familias para todo un mes–, tienda solidaria... Una labor que reconcilia con el ser humano, allí donde no hay nada, sufragada, mayoritariamente, «con el dinero de la canasta de los domingos». «La Iglesia también es esto y no se cuenta, no sólo curas y escándalos con niños», defiende una voluntaria. En el grupo de Jesús Obrero, sin preguntar por más trabajadores, se reconoce a un hermano mayor y un ex hermano mayor, en silencio y con dedicación. El callado trabajo de las hermandades –«más importante que sacar los pasos», recuerdan– responde al nombre de Proyecto Fraternitas.