Barcelona
A la deriva
El presidente del Gobierno ha entrado en una dinámica arriesgada. En su difícil tarea por salvar algo los muebles electorales en Cataluña, suelta un discurso muy afín al nacionalismo y aparca al TC. Algo grave para un gobernante que, en su década prodigiosa, resucita los radicales dogmas de la guerra de Irak . Zapatero es un superviviente nato, pero corre el peligro de abrir una espinita en el mapa autonómico. Aquel «café para todos» de la transición puede agriarse al grito de «todos queremos ser nación».El enorme lío de palabras, la inseguridad jurídica, los sentimientos identitarios, forman un «puzzle» de complicado control. Zapatero ha entrado en una Legislatura agotada, en una soledad que, una vez más, piensa combatir con las dádivas del poder. Ahí están sus guiños al PNV, dado que CIU rechazará los Presupuestos. Instalado como siempre en el «buenismo», no importa qué se lleve por delante. El latiguillo de «cueste lo que cueste» es su frase más sonada. Y también, la que pasa por encima de las instituciones. Su reciente visita a Barcelona, bajo el estigma de la desafección, le convierte a él, precisamente, en un político desafecto. De aquí a las elecciones catalanas, Zapatero inicia un camino a la deriva. En medio de ese fuego amigo, que diría Alicia Sánchez-Camacho. Con amigos así, Montilla no necesita enemigos.
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