Museo del Prado

La broma de Gutiérrez Solana

Hallada una imagen religiosa bajo el cuadro «La tertulia del Pombo»

A la derecha, una imagen tomada con rayos X de los pigmentos originales. Izquierda, el cuadro tras la restauración
A la derecha, una imagen tomada con rayos X de los pigmentos originales. Izquierda, el cuadro tras la restauraciónlarazon

A la tertulia del Café Pombo la llamaban sus integrantes con cierta ironía «La sagrada cripta del Pombo» porque se celebraba en una catacumba del Madrid bohemio, una tabernita a la espalda de la Puerta del Sol. Ramón Gómez de la Serna, cabecilla del grupo de intelectuales que la formaban, pedía con insistencia a José Gutiérrez Solana, otro de sus ilustres miembros, que inmortalizase a los asiduos con una pintura. Casi un siglo después, el cuadro mostraba unos preocupantes «craquelados». Los colores se estaban agrietando sin mucha explicación en la zona central y el cuadro entró en la enfermería del Museo Reina Sofía para estudiar las causas. La última tecnología desveló una sorpresa.


Cuatro pruebas de rayos
Gutiérrez Solana pintaba empastando gran cantidad de pintura con una pincelada espesa. La primera prueba fotográfica no desvelaba problemas de conservación. La segunda, de luz ultravioleta, tampoco podía superar el grosor del óleo, ni siquiera la tercera, de rayos infrarrojos. El equipo de investigadores del Museo Reina Sofía sólo obtuvo respuestas con una máquina de rayos X. Debajo de las figuras de la tertulia apareció una imagen religiosa, con un altar, una Virgen y una figura arrodillada. Pero no era un arrepentimiento. Gutiérrez Solana había reutilizado un lienzo con una escena bastante avanzada para pintar encima a sus amigos sin aparente explicación, porque el artista gozaba de una posición suficiente cuando se decidió a hacerlo, en 1920, como para no tener que hacerlo. «No tenía necesidad, puede que fuera por comodidad, o una broma. Tampoco sabemos si alguna vez se lo contó a sus compañeros del café», dijo el coordinador de las tareas de restauración, Juan Sánchez. Lo irónico es que el cuadro estuvo años colgado en el Café Pombo, a la espalda de los asistentes a la tertulia, que no eran personas precisamente religiosas.

Gutiérrez Solana terminaría una obra similar a la fallida una década después: «Antes de la procesión» (1930), probablemente una escena que se quedó en su cabeza o en su cuaderno tras sus viajes por la «España negra». Pero su técnica ha delatado la pequeña «trampa». La gran cantidad de pigmento blanco del altar en la imagen original es culpable de que las capas superiores se hayan vuelto inestables. Ya ha sido restaurado y rebarnizado. El museo ha subido a su web todas las imágenes de las sucesivas radiografías, tomadas en alta definición, con casi 800 millones de píxeles para que cualquiera pueda comprobarlo. Las explicaciones son más difíciles de encontrar.