Danza
«Ilíada» un montaje con cuento
Antinoo, Patroclo, Héctor, Néstor, Eneas, Paris, Menelao, Ajax... Los nombres de la guerra de Troya sugieren una épica que ha fascinado a generaciones. Antonio Macado los idealizó en sus versos, y Umberto Eco cifró sus recuerdos infantiles en aquellos héroes de la antigüedad que se batieron por un mujer y, seguramente, por algo menos romántico, el control de la ruta del Bósforo.
El más reciente incorporado a este grupo ha sido Alessandro Baricco, que hizo de la narración de Homero un texto limpio y accesible. La pregunta obligada es: ¿merece la pena desplazarse hasta un festival como es el de Mérida para «escuchar» la «Ilíada»? Y es que el problema más grave del primer espectáculo del certamen –dejando al margen el «parche» de Eva Yerbabuena, que sustituyó a la «Medea» de Papaionnis que se cayó del programa a última hora– es conceptual: no estamos en realidad ante una obra de teatro senso estricto, sino ante una lectura dramatizada camuflada tras los ropajes del atrezzo, los figurines y una mínima dramaturgia. Y ni siquiera la puesta en escena, casi una coreografía gestual, justifica la presencia de un director extranjero de cierto renombre, el británico Tom Bentley-Fisher, en una producción española. ¿Hacía falta irse tan lejos a buscar para «leer» la obra de Baricco? ¿Y no sería mejor disfrutarla cómodamente en casa?Ardor guerreroAparentemente, las componentes de Q-ars Teatre, cinco actrices a las que no cabe objetar nada en escena pues se entregan con ardor guerrero a sus papeles masculinos, entienden que sí; tamién el Grec, festival coproductor junto a la compañía de este montaje de sello catalán al que Bentley-Fisher poco aporta, salvo algún momento de clown que no acaba de entenderse (como tampoco que sea una versión protagonizada por mujeres, aunque esto seguramente sea la condición previa de partida). Así, Mercè Anglès, Mercè Arànega, Muguet Franc, Anna Güell y Àngels Sánchez van dando voz a Aquiles, a Ulises, a Héctor o a la bella Briseida, secuestrada por los reyes Aqueos y objeto de tensión entre Agamenón y Aquiles. Bentley-Fisher, que firma también la adaptación de la obra de Baricco, convierte el campo de batalla en una playa de arena blanca, con la que empieza y acaba en un grito de horror esta mirada femenina a un texto en el que el género masculino es el protagonista.A cinco vocesEn una noche fresca y ante un Teatro Romano a medio gas –no acabó de llenarse el imponente recinto, algo que no extraña dada la programación de este año–, este oratorio a cinco voces dejó una cierta nostalgia de un texto hermoso y vivo como pocos, una saga de hombres que viajaron lejos de sus hogares y pasaron diez años alejados de sus mujeres y esposas, y que han tenido toda suerted e interpretaciones teatrales y fílmicas. Con algún buen montaje de «Troilo y Cresida» en la memoria -el de la brillante Cheek by Jowl por ejemplo- o alguna película llamativa –la «Troya» de Wolfgang Petersen, al menos en lo visual, por más que peque de «Hollywooditis»–, mal se entiende hoy en día querer transmitir de forma tan oral aquellos hechos. Después de dos horas de narración en primera persona, uno estaba ya deseando que el caballo de marras abriera su vientre y ardiera Troya. Mérida queda a la espera del «Prometeo» de Carme Portacelli, otro «préstamo» del Festival Grec y, el día 29, de la «Lisístrata» de Jérome Savary, la única producción propia de esta edición descafeinada.
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Pasividad ante la tragedia