Andalucía
Córdoba: retazos de historia entre naranjos
Refugio de judíos, musulmanes y cristianos, el pasado de Córdoba embruja a todo aquel que llega hasta la ciudad. Pero, además de monumentos, en mayo presume de una apasionante agenda cultural.
Olor a azahar. El olfato es el primero de los cinco sentidos que queda extasiado al pisar por primera vez Córdoba. El perfume de la ciudad es uno de los imborrables recuerdos que se llevará el viajero guardado en la memoria, junto a un centenar de fotografías de los retazos de una Historia, con mayúsculas, que encumbró a la capital andaluza como una de las grandes urbes de Occidente allá por el siglo X. Ese espléndido pasado es el que todavía hoy puede sentir, y hasta palpar, el viajero que recorre el hermoso barrio de la Judería, declarado Patrimonio de la Humanidad. Las labores de forja decoran las calles empedradas, demasiado estrechas para que los coches irrumpan el devenir del caminante, entretenido en contemplar los monumentos que aparecen a su paso. La Mezquita es, sin duda, la primera cita obligada, y el Patio de los Naranjos su espectacular antesala. Entre los árboles sobresale la silueta de la Torre del Alminar, un campanario de 93 metros que regala, a aquel que se atreve a subir hasta su cima, la mejor panorámica de la ciudad. Pero en el suelo también hay una imagen que no hay que perderse: las 850 columnas de granito, jaspe y mármol que sujetan el techo de la Mezquita y que crean una sugerente estampa. Tal es así que cuentan que, tras aprobar en 1523 la construcción de una catedral cristiana en el corazón de la Mezquita, Carlos V se arrepintió para no arruinar la belleza del lugar.El paseo por la calle del Cardenal Herrero y la de Víctor Bosco nos llevará hasta el famoso callejón de las flores, que desemboca en una de las plazuelas más coquetas de la ciudad, pues está cuajada de tiestos con flores multicolores que visten las blancas paredes de cal. Más allá nos daremos de bruces con la plaza de la Corredera, única en Andalucía, pues se asemeja a las típicas castellanas. La ruta continúa hasta el Alcázar de los Reyes Católicos, un espacio donde las fuentes y los juegos de agua crean una idílica atmósfera de relax, a pesar de que durante años fue usado como sede de la Inquisición y, más tarde, como cárcel. A pocos metros, a orillas del apacible río Guadalquivir, el viajero se topa con la puerta del Puente Romano, que aún se sustenta en los primitivos cimientos. Pasear por aquí resulta una delicia, más aún si se cruza el viaducto y se contempla la ciudad desde la otra ribera.Mayo culturalSi el viajero quiere hacer algo más que visitar monumentos, en Córdoba no le faltarán alternativas culturales. No en vano, la ciudad aspira a convertirse en Capital Europea de la Cultura 2016. Y la primavera es el momento perfecto para descubrirlo. Las Cruces de Mayo son la primera cita. Como cada año, del 29 de abril al 2 de mayo, en los patios y plazas se levantan cruces de gran tamaño decoradas con flores, macetas y mantones de manila. Tres días después, del 5 al 16 de mayo, tiene lugar el Festival de los Patios, un acontecimiento que permite a propios y extraños contemplar la cara más vistosa y colorida de Córdoba. Imprescindible recorrer el Palacio de Viana, en la Judería, pues cuenta con doce patios diferentes. Los que busquen diversión la tendrán asegurada durante la Feria, que este año se celebra del 21 al 29 de mayo. En el recinto del Arenal, de fácil acceso, se dan cita caballistas, gitanas y flamencos vestidos con sombrero cordobés que, al son de las sevillanas, cantan y bailan hasta que despunta el alba.Pero si hay una cita única en Córdoba es la denominada «Noche blanca del flamenco». En ese crepúsculo mágico, la ciudad se convierte en un gran escenario. De plaza en plaza, la piel se pone de gallina al escuchar, en directo, cómo resuena en los monumentos la voz de los grandes del flamenco. En su primera edición, esta cita consiguió movilizar a más de 200.000 personas y en la segunda, a más de 250.000. El próximo 19 de junio, por tercer año consecutivo, Córdoba será la capital del flamenco, tanto que hasta el pulso de sus horas sonarán con falsetas en la plaza de las Tendillas.Ciudad de raza y de razas, de mezcla y raíz, Córdoba es uno de esos destinos que merece la pena visitar una y otra vez. No defrauda. Más bien, engancha.
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