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Cantar a las Glorias por Rafael PERALTA REVUELTA

La Razón
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Tras la eclosión popular de la Semana Santa y de la Feria en el mes de abril, la ciudad vive sus días de sosiego y siesta con la llegada de mayo. Pero decir mayo es decir, también, mes de María. Son días de Glorias, con mayúscula. Porque Sevilla, urbe mariana por excelencia, siente de una manera especial su infinito amor por la Madre de Dios. Las Hermandades de Gloria resurgen con fuerza en un mes donde comienzan los cultos y las procesiones. El punto de partida lo puso el pasado sábado la palabra de Lutgardo García Díaz. Desde el atril de la Catedral, supo cantar brillantemente –como pocos lo han hecho– a las Glorias sevillanas. De la mano de su hija Inés, hizo un recorrido por todas estas clásicas devociones. Se acordó de los desamparados, alabó el quehacer diario de las monjas y religiosas sevillanas y dejó pasajes de tanta belleza como éste, dedicado a la Pura y Limpia: «Y ante tus ojos de Madre/ que saben quién soy y he sido,/ en esta tarde de mayo/ quiero dejar los destinos/ de aquellos a quien más quiero/ –de mi mujer y mis hijos–/ que aunque vengan tempestades/ y aunque se sientan perdidos/ tú tendrás siempre un abrazo,/ calor del hogar y abrigo/ cuando vengan a buscarte…/ Tú que diste a Dios un hijo,/ –Magníficat sevillano–/ guárdanos siempre contigo,/ Madre siempre Inmaculada/ Pura y Limpia del Postigo». Cantar a las Glorias no es nada fácil. Porque entraña conocer profundamente la historia y el fervor popular de todas y cada una de las advocaciones. Su Pregón, verbo cantado, es toda una pieza literaria. Seguro que un poco más allá de ese Postigo –que es frontera hacia Triana– lo veremos muy pronto en otro atril, de sueños de Maestranza. Ojalá así sea.