Acoso sexual

La firma también delata

A los criminales también se les «caza» por la letra. Unas pocas líneas o una simple rúbrica pueden detectar indicios de comportamientos violentos, trastornos sexuales, instintos suicidas, esquizofrenia, paranoia o pedofilia

La Razón
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Los grafólogos se encargan precisamente de ese análisis y su trabajo se ha convertido en un «arma secreta» utilizada durante los últimos 25 años por los Servicios de Inteligencia y la Policía, sobre todo para el análisis de la personalidad de presuntos terroristas. Así lo cuentan los expertos Francisco Viñals y Mª Luz Puente en el libro «Grafología criminal» (Ed. Herder), que repasa los principales parámetros de los análisis grafológicos, así como algunos casos célebres.

«No podemos saber si la predisposición se va a materializar, pero sí podemos detectar indicios de un perfil de tipo asocial, delictivo e incluso con tendencias a la violencia, al desarrollo de actitudes de tipo criminal», relata a este diario Francisco Viñals, director del máster en Grafoanálisis Europeo de la Universidad Autónoma de Barcelona. No es extraño que cada vez más criminólogos estudien esta especialidad. A estas conclusiones se llega a través de más de 200 parámetros grafológicos. Así, es importante la distancia entre la palabra. «Si no hay separaciones, y la escritura no respira, puede denotar trastornos de confusión mental, magalomanía y comportamientos psicóticos. Un enorme exceso de separación implicaría esquizofrenia y una gran angustia», señala Viñals.

La simple escritura de la letra «l» puede delatar a un violador. Al escribir la letra «l» lo normal es hacer más presión con el bolígrafo en la bajada de la letra. Si es al revés y la presión es ascendente, podría indicar «una mala canalización del a energía de la líbido». Estos agresores también se «inculpan» al escribir las extensiones hacia abajo de una «p» o una «q», más cortas de la habitual. En este caso, indicaría «un sentimiento de impotencia sexual», dice Viñals. una tendencia que se puede comprobar en la firma de Santiago del Valle, abusador de la pequeña Mari Luz Cortés.