Sevilla

R VILA: «Dejé el puesto para saborear mi último sorbo en la profesión»

El cirujano jefe de La Maestranza se despidió en la pasada Feria de Abril

Ramón Vila, en imagen de archivo, ha ocupado el mando de la enfermería del coso sevillano durante más de cuarenta años
Ramón Vila, en imagen de archivo, ha ocupado el mando de la enfermería del coso sevillano durante más de cuarenta añoslarazon

La pasada Feria de Abril tuvo un sabor especial, distinto, para uno de sus protagonistas más habituales. Y es que tras más de cuarenta años, el doctor Ramón Vila colgó bata y bisturí para dejar su puesto como cirujano jefe de la Real Maestranza de Caballería. Sin alejarse del todo del callejón del coso hispalense, pues la afición tira demasiado, el médico seguirá ayudando en lo que pueda a su equipo, porque lo suyo, como él mismo define bromeando, «no es un adiós, es un hasta luego».

–¿Por qué considera que ha llegado el momento de esa despedida?
–No es completa, porque el adiós tan sólo es a la jefatura de la enfermería de la plaza. Creo que ya es tiempo de darle la alternativa a mi equipo, que asuma esa responsabilidad, porque cuenta con un grupo de personas que lo va a hacer igual de bien o mejor que yo seguro. Sin embargo, sigo teniendo mucha afición y disfruto estando junto a ellos en el burladero, así que estaré allí encantado para echarles una mano en lo que haga falta.

–¿Cómo se despide Ramón Vila de ese puesto visible como «ángel de la guarda» de La Maestranza?
–Satisfecho. Cuando uno tiene cumplidos prácticamente todos sus sueños taurinos, aquellos que tenía de pequeño, no puede ser de otra forma. Hemos superado momentos gloriosos y otros muy duros, pero me he alegrado por haber vivido y salido de casi todos con éxito. Una vez que te das cuenta de que ya tienes una edad, hay que ser consciente de que tu hora ha llegado. Me he preocupado de tener a mi lado un grupo de personas muy preparado, unido, en el que sólo faltan aquellos que lamentablemente nos han ido dejando.

–¿Fue difícil hacerlo oficial?
–No oculto que me ha costado dar el paso, pero la vida en cualquier momento te puede tirar un gañafón. Me planteé, ¿quiero apurar el vaso hasta la última gota o quiero disfrutar de la última gota? Y en ésas estoy, en saborear el sorbo final.

–Le sustituye Octavio Mulet.
–Me reuní con todo el equipo y apostamos por un perfil más joven, que pueda tener una trayectoria a largo plazo. Tiempo para construir su propio proyecto. Mi ayudante de siempre ha sido Antonio Guzmán, pero también su edad está cercana a la jubilación, así que nos decantamos por Octavio, un cirujano excepcional. De hecho, la emoción que siento está codo con codo con la felicidad, porque una persona que se formó a mi lado y que he educado, coge mi testigo y es algo muy bonito.

–¿Qué ha cambiado en la medicina taurina en estas cuatro décadas?
–Ha variado mucho y, afortunadamente, para mejor. De la noche al día. Como el resto de la cirugía en general. Las técnicas modernas en quirófano, los avances en la anestesia... hacen que estemos a años luz de aquella época. Entonces, teníamos que hacer todo tipo de artimañas para sacar adelante a los heridos. Sin embargo, hoy salen sin secuelas y en tiempo récord.

–Sin embargo, el número de cornadas ha ido en aumento.
–En realidad, más que la cantidad de cogidas lo que se ha acrecentado es la gravedad de las mismas. Se trabaja menos, pero cuando entra un torero a la enfermería, por lo general, ya sabes que tiene un buen destrozo. Antiguamente, aparecían más puntazos o varetazos corridos, que han desaparecido ya del argot. Hoy cuando el toro clava, mete bien el pitón en la carne.

–¿Y a qué cree que se debe?
–Fundamentalmente a la edad con la que se lidia el toro. Casi todos se embarcan con uno o dos años más que hace treinta años y un año en un toro son como diez para una persona. Son animales más viejos y, por tanto, aprenden más. Saben lo que tienen que hacer con los pitones.

–Se ha avanzado mucho en los últimos años, pero, ¿dónde debe mejorar la medicina taurina?
-En cosos como Sevilla o Madrid, poco más se puede evolucionar. Tenemos la suerte de contar con enfermerías que son auténticos hospitales. El problema es que en otros sitios, y no me refiero sólo a pueblos pequeños, no disponen de instalaciones acordes a lo que hay en juego. Por ahí debe ir el examen de conciencia de cada uno.