Caso ERE
Polvos y lodos
Puede atribuirse a la casualidad pero hay cosas que no ayudan. No ayuda la diarrea verbal de nuestra mediocre clase política haciendo del insulto un intento de arrancar el aplauso servil de los suyos o de ver su disentería en titulares. No ayuda que una ministra se pase por el forro la presunción de inocencia democrática sólo porque dice hacerlo en aras de una hipócrita defensa de derechos, siempre partidista. No ayuda que nuestra televisión rebose montajes falaces y espectáculos bochornosos, engrosando los bolsillos de productoras propias y extrañas, incluyendo la de alguna presentadora que desdobla su moral para enriquecerse explotando dramas humanos, reales o manipulados para la ocasión. Tampoco ayuda que los políticos que prohíben fumar y engullir bollycaos permitan la proliferación de esta mierda televisada, a no ser que les toque a ellos porque sus hijas góticas han sido fotografiadas o porque un abogado extravagante amenace con airear la vida personal de un director de periódico que también da cabida a esos contenidos. No ayuda las sentencias del juez que enmarca dentro de la libertad de expresión llamar asesino a un hombre o zorra a una mujer sencillamente porque él no es el calumniado ni su mujer la insultada. A esos incendiarios habría que pedirles cuentas, por muy jueces, consejeros delegados, o líderes de opinión que sean. Puede que sus polvos nos traigan estos lodos.
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