Asturias
Ánimo de Príncipe
Vale la pena detenerse en las intervenciones del Príncipe de Asturias en los últimos días, para darse cuenta del empeño que pone en levantar el ánimo y no respaldar jamás -ni de lejos- el derrotismo o la queja esteril. Esto, sin dejar de reparar, por ello, en las lecciones que nos da la crisis o la necesaria corrección de excesos. Don Felipe quiere que a España le vaya bien. Un empeño que compartimos la inmensa mayoría de los españoles. Sólo unos pocos están instalados en «la stratégie de la peur». En la odiosa estrategia de lo peor. Me revientan, como a la inmensa mayoría de los españoles, los triunfalistas de la catástrofe. Por eso es estupendo que el Príncipe de Asturias, con la seducción de su juventud y buen sentido, se suba al carro de quienes estamos convencidos de que, si algo no nos conviene en esta hora de España, es alimentar la exasperación. Hace bien Don Felipe en recordar, siempre que puede, la excelencia y el buen hacer que caracterizan a nuestras empresas. O en mostrar su convencimiento de que nuestras perspectivas de futuro son buenas. Necesitamos mirarnos en esa España laboriosa y emprendedora. En el pelotón de cabeza de las potencias mundiales, porque es verdad. Nuestros índices económicos, culturales, deportivos, de calidad de vida, nos sitúan –mal que les pese a algunos cenizos– entre los diez primeros países del mundo.
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