Barcelona
Ana María Matute invita a aliñar la vida con la pimienta de la imaginación
A los cinco años comenzó a escribir Ana María Matute (Barcelona, 1925) para «vengarse» de los mayores. Una época que recuerda «por la rapidez con la que tuvimos que aprender a comportarnos como adultos y por la escasa preocupación por los sentimientos de los más pequeños», lamenta, al tiempo que agradece que eso, afortunadamente, «ha cambiado bastante».
La escritora, recién galardonada con el Premio Cervantes, realizó un repaso por su trayectoria literaria durante el coloquio, titulado «Del rey Gudú al Paraíso habitado», que ayer mantuvo con el profesor de Literatura Javier Polo, en el aula de cultura de Cajamurcia. Respecto al prestigioso premio, que recibió el pasado mes de abril, reconoce que le ha hecho muy feliz, pero no le ha cambiado la vida.
No obstante, lo que no olvida esta escritora, que se emocionó por primera vez con la lectura de la muerte del Quijote (no por el fallecimiento propiamente, sino por lo que significaba) y que ya prepara su próximo libro del que además, no quiere avanzar ningún detalle, es que con el discurso del afamado premio quiso «protestar contra quienes se permiten corregir los cuentos de niños, que son los cuentos de hadas, y los estropean». A ellos les insta a «escribir cuentos aptos para los niños según sus criterios, pero que no estropeen lo que está bien hecho, mucho mejor de lo que ellos hacen».
No obstante, estima que hay una gran cantidad de escritores jóvenes de cuentos que están empezando y «lo están haciendo muy bien». Al respecto, valora que los cuentos para adultos «son muy buenos porque ellos son capaces de captar los dobles sentidos». Asimismo, plantea que «si queremos fomentar la lectura, a los niños no les podemos dar los clásicos españoles para empezar, sino otro tipo de libros más acordes a sus intereses».
También recuerda que el cuento «era considerado en España como una literatura menor, igual que la literatura infantil, hasta que ahora se han dado cuenta de que es algo importantísimo». Por el contrario, matiza que, en el mundo anglosajón, se han llegado a dar premios Pulitzer a escritores de cuentos, «algo que era inconcebible en España». Matute achaca esto a «la ignorancia y a la falta de formación literaria».
Con la dulzura y la tranquilidad que le caracterizan, la gran fabuladora de las letras españolas invita a aliñar la vida con la pimienta de la imaginación para «no vivir la mitad, sino el doble». Además, confiesa sentirse mejor en el mundo fantástico, en el que se mueve habitualmente, que en la vida cotidiana, salvo cuando se encuentra con la gente a la que quiere. «Soy una soñadora», declara Matute, y comenta que sus sueños «tienen que ver con un mundo mejor en general, pero también con un mundo mejor personal». En este sentido, reconoce que «todos somos un poco egoístas».
La escritora, que admite conservar la inocencia de aquella niña que fue, afirma que todo le hace sonreír, aunque advierte que, en ocasiones, «lo hago con amargura». También lamenta observar a demasiada gente seria. «Parece que todos estamos preocupados y vamos siempre un poco angustiados», algo que hace extensivo a otros lugares y atribuye a que el mundo «no parece estar muy bien arreglado». Agradecida por tener un trabajo que le hace feliz y con el que disfruta, señala no concebir que la gente tenga empleos que les disgusten. «Debe ser horrible ir todos los días a una oficina con un jefe y un trabajo que odies». «Debería estar prohibido», añade.
Por otro lado, al ser preguntada por su posición ante el movimiento 15-M, sentencia: «yo no hablo de política, hablo de literatura». En cuanto a sus sueños, la académica aclara que todavía conserva «muchos paraísos» que han cambiado a lo largo de su vida y que «no se pueden explicar con palabras», al tiempo que revela tener un poco de miedo a todo lo que no puede comprender.
En cuanto a las teorías de los que afirman que los niños actuales tienen menos imaginación que los de antes, subraya que «no es que cuenten con menos capacidad, es que todo se les da demasiado explicado, no se les da margen para imaginar». Respecto a los efectos de la televisión en la imaginación, indica que este medio «no ha hecho nada malo a nadie», aunque el contenido pueda ser «bueno o malo». A su vez apunta que Walt Disney «no ha hecho daño a nadie», aunque admite que «estropea los cuentos», un juicio que emite «con criterio de adulta». La autora catalana también recuerda anecdóticamente que un gran ilustrador ruso del siglo pasado «nunca dibujaba al protagonista de frente, sino de espaldas, para que el lector pudiera imaginarlo».
Por eso, considera que las películas basadas en libros «no gustan porque uno ha imaginado a los protagonistas de otra forma». En su opinión, la repercusión de las nuevas tecnologías en la imaginación de los niños «depende de quien maneje las cosas, ya que, si se saben utilizar, pueden servir de mucho». De hecho, valora que «quizá unas limitan su imaginación, pero otras las estimulan, no son ciencias exactas», concluye.
Homenaje
Además de la conferencia que impartió ayer, la escritora recibirá hoy un homenaje en el colegio Montepinar de El Esparragal. El acto tendrá lugar en las instalaciones del centro -a partir de las 12 horas- y a él acudirán numerosos representantes del mundo educativo y del ámbito cultural.
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