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Drogarse en cooperativa por Marta Robles

La Razón
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Santa Crisis bendita va a acabar por santificar todos los pecados. Hasta el de drogarse. Díganme si no, cómo es posible que un ayuntamiento catalán, concretamente el de Rasquera, en Tarragona, ande pensando en alquilar un terrenito para el cultivo de cannabis para acabar con sus deudas. Si no lo hubiera leído en el periódico, pensaría que es ficción. Pero la realidad, ya lo decía Wilde, siempre la supera. E insuperable es que, por mucho que la droga sea ilegal, no lo sea su consumo y, precisamente por eso, se pueda cultivar. Vamos, que uno puede juntarse con unos cuantos, arrendar un terrenito a un ayuntamiento y fumar cannabis, tranquilamente, en cooperativa….¡Mientras no lo venda! Entenderán ustedes, como yo, que esto es un despropósito, ¿no? Pues oigan, parece que la Ley no tiene nada más que añadir. Son las contradicciones de vivir en una sociedad tan hipócrita como para no atreverse a legalizar todo aquello que sucede en una clandestinidad respaldada por la complicidad de todos. La anécdota del alcalde de Rasquera, dispuesto a acabar con sus deudas con cannabis o con lo que sea, no es más que eso, una anécdota. Pero en el trasfondo de la historia queda ese incómodo asunto pendiente de las legalizaciones, que ningún gobierno se atreve a abordar. Pero ¿cómo hacerlo si vivimos en una pura contradicción? ¿O acaso no lo es que esté prohibido fumar, pero se venda tabaco en todas partes? ¿O que no se pueda vender ninguna droga distinta al alcohol o al tabaco pero esté permitido el consumo personal y, por tanto, que cualquiera se pueda drogar lo que le dé la gana?