Historia

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Gabriel Medina Sidonia en bici a la boda en Liria por Jesús MARIÑAS

Parece salido de una comedia de Wilde. Gabriel Medina Sidonia es un personaje singular y único, un ser realmente destacable y excepcional dentro de la nobleza española. Tiene las rarezas de su señora madre, aquella «duquesa roja» que marcó época y rompió moldes con una boda casi póstuma con su fiel secretaria alemana.

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Una dinastía donde tan sólo la ex duquesa de Fernandina, Pilar de Gregorio, hoy volcada en vender antigüedades y famosa por sus tres matrimonios y remilgos indumentarios, mantiene relativas maneras. Gente de casta con linaje y títulos sobrados. De ahí su rareza; parecen de otra raza. Y quizá lo sean en sus hábitos retratadores de un carácter, estilo y modos. Auténtica aristocracia por sus usos y costumbres. Gabriel, el menor de los tres hermanos Medina Sidonia, nunca se resintió por ser el único del trío a quien su autoritaria madre no dio ninguno de la veintena de títulos que atesora la Casa más antigua de España, superior incluso a los Medinaceli y los Alba. El título data de 1445, mientras los otros fueron otorgados en 1479 y 1472, según registra el Elenco de Grandezas español. Gabriel tiene un mundo particular, raro y casi pintoresco. Con un ingenio agudo y una vestimenta y actitudes muy «ancien règime», denota una singularidad ya inhabitual entre lo más distinguido del hoy apenas relumbrante mundo donde Cayetana de Alba luce con brillo propio por encima de su posición.

Cultivan personalidades que se salen del estricto círculo que les reduce las miras. Cayetana, aunque tradicional y respetuosa con lo establecido, no se deja llevar por lo impuesto: primero Aguirre y después Alfonso Díez, son la mejor evidencia de que hace lo que le viene en gana. Por su parte, Gabriel es el más atípico de una familia cargada de excentricidades y marcada por la abuela Maura. Ambos tienen apellidos que van parejos a la Historia de España, al menos en los últimos siete siglos. Lo de Gabriel incomoda, rompe moldes. De ahí que en la boda del nieto de Cayetana, Jacobo Siruela, con Asela Pérez, en medio de tocados, alguna pamela y trajes largos magnificados por la buena fachada de la madrina, María Eugenia Martínez de Castro, destacase Gabriel por ir de verde con sombrero a juego. Llegó montado en bicicleta hasta el mismo jardín. Pasmo, asombro y mal disimulada admiración ante tal facha, no sé si rompedora o provocativa. Sé que Cayetana rió y aplaudió. De matrícula, ¡eso sí es nobleza!