PSOE

Una guerra silenciosa que comenzó el 2 de febrero

Todo empezó en noviembre de 2010. Pero verán, antes, en julio, Zapatero ya cortó de raíz algunos movimientos de su entorno más cercano que pretendía dibujar el postzapaterismo antes de que el presidente hiciera pública su decisión de no repetir como candidato.

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¿Recuerdan? Tras la presidencia española de la UE, Zapatero tenía intención de hacer una crisis de Gobierno para reforzar su Gabinete. Estaba todo previsto. Pero el presidente percibió que algunos –Rubalcaba y Blanco– ya le habían hecho el esbozo para que uno tomara las riendas del Gobierno y el otro, las del partido y desbancar así de un lado a la secretaria de Organización, Leire Pajín,y de otro, a la vicepresidenta primera, Teresa Fernández de la Vega.
Eso al menos trascendió porque se cuenta que Chacón lo filtró a un medio amigo para abortarlo.

La maniobra no gustó al de León y pospuso la remodelación de su Gabinete hasta noviembre. Fue entonces cuando señaló a Rubalcaba como sucesor al nombrarle vicepresidente en sustitución de De la Vega. El PSOE daba por hecho un relevo natural porque había sido el dedo del presidente el que había trazado la senda de la sucesión. Alguien de su entorno personal le hizo ver que su señalamiento le igualaba con Aznar, a quien él tanto criticó por designar a Rajoy. ¿Es que hay alguién más que tenga aspiraciones?, preguntó el presidente. «Sí, Carme Chacón», obtuvo por respuesta. Él mismo hablaría con la ministra para comprobar si su interlocutor estaba en lo cierto. La catalana le comunicó su intención de concurrir a unas primarias el 2 de febrero de 2011, fecha que ella dio a conocer ayer en su comparecencia en Ferraz.

¿Cómo es posible que le comunicara sus intenciones antes de que Zapatero hiciera pública su retirada el 2 de abril? Porque no había uno, sino varios compañeros del PSOE que sabían de la decisión del presidente de no repetir, entre ellos la ministra, a quien, además, le une una especial amistad. A partir de ese momento, Zapatero, «campeón de la democracia interna» y el «talante» comenzó a jugar a la equidistancia. Y esto molestó profundamente a Rubalcaba y a su entorno al entender que estaba alentando las aspiraciones de la catalana. No le faltaba razón.

Y el resto de la historia es conocida. Los de Rubalcaba logran el apoyo de la «vieja guardia» –alguien ha dicho estos días que el zapaterismo heredó al felipismo y que ahora el felipismo herederará al zapaterismo–; Chacón movilizó a sus huestes mediáticas y entre ambos empezó a cundir la desconfianza y el recelo, aunque públicamente nada decían ellos, pero sí maquinaban sus equipos. Todo estaba preparado para las primarias. Pero el 22-M todo cambió porque la mayoría del PSOE entendió que tras el hundimiento electoral, lo que menos interesaba era una confrontación interna.

Las presiones a Chacón no han cejado, pero las maniobras contra Rubalcaba tampoco. Unos y otros se acusan de deslealtad con Zapatero. Y la historia acabó la noche del miércoles cuando la ministra comunica su retirada al presidente. Se erige en garante de la unidad del PSOE y la estabilidad del Gobierno, pero esta historia tiene continuidad. No acaba aquí, seguro. Y el otro bando no permitirá que quede inmaculada por más que ahora se diga que es un referente de futuro.