Israel

Audacia contra el terror

Tenemos que aprender a aislar a los islamistas radicales del resto mayoritario, aplastantemente mayoritario, de los musulmanes. 

La Razón
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No puede por menos que alegrarnos la noticia: el terrorista más peligroso del mundo ha caído, y aunque su sangrienta obra le sobrevive, la muerte de un símbolo tiene una especial fuerza, pues para sus fanáticos seguidores supone un golpe extraordinario. El líder que creían invencible, enemigo eterno y perfecto de Occidente y de sus aliados «corruptos y decadentes», es decir, el mundo islámico moderado, ha sido encontrado y abatido. ¿El terrorismo yihadista de verdad pensaba que Ben Laden había conseguido engañar de manera permanente a todos sus enemigos? El mensaje que esta operación envía es muy claro: por importante que sea el jefe terrorista, acabará siendo encontrado, detenido o abatido si ofrece resistencia. Podemos imaginar que, a pesar de su odio exacerbado por la muerte de su admirado líder, los yihadistas están desconcertados. No se puede caer en el triunfalismo, los yihadistas van a sentirse obligados a dar una respuesta cuanto más espectacular, mejor. No parece probable que puedan montar algo inmensamente espectacular, al menos de momento. Se sabe que el terrorismo yihadista pretende seguir en la permanente escalada de espectacularidad, impacto y daño. De hecho, la red de Al Qaida había dado instrucciones claras a su comité militar de robar, adquirir o fabricar armas de gran capacidad mortífera. Aunque su jefe haya desaparecido,la instrucción sigue en pie. Éste deberá ser uno de los objetivos prioritarios de todos los servicios de seguridad e inteligencia: evitar un ataque terrorista no convencional. Me temo que son relativamente pocos los estados que son conscientes del gravísimo peligro que esto supone para la paz y, estabilidad mundiaes, y el grado de potencial inminencia del ese riesgo. EE UU está en máxima alerta antiterrorista, y ningún país serio puede no tomarse en serio los riesgos de operaciones de venganza de comandos especialmente adoctrinados, llenos de odio renovado e intensificado.

Sin embargo, debemos ser muy prudentes. En los foros radicales abiertos de internet bullen las amenazas, las consignas violentas, los juramentos de venganza por la muerte de Ben Laden. Destacan muy especialmente la declaración de los Hermanos Musulmanes jordanos que dicen que la lucha de Ben Laden contra Occidente será continuada por otros. Especialmente repugnante me parece la de Hamas, que condena lo que define como asesinato y dice que es necesario que tenga respuesta. ¿De verdad alguien puede creer que estos terroristas metidos a políticos se pueden reconvertir en un socio para la construcción de un Estado Palestino? Por cierto, uno de los denominadores comunes de las organizaciones islamistas radicales es que todas, sean de la nacionalidad que sean, se erigen en sus representantes, secuestrando la causa de la creación de un Estado Palestino que no desean, pues lo que no aceptan es la solución de dos Estados, lo que implicaría el imprescindible reconocimiento del Estado de Israel, que los islamistas radicales pretenden destruir.
Hay incógnitas sobre los antecedentes de la operación que son relevantes y que, sin duda, acabaremos sabiendo. La primera es que seguimos sin tener una noción suficientemente clara del grado de penetración del islamismo radical en el ISI, los servicios de inteligencia de Pakistán. Hoy sabemos que la casa de Ben Laden llevaba no meses sino años siendo vigilada por la inteligencia estadounidense. No sabemos cuánta de esa información se compartía con los pakistaníes, si es que se compartía alguna. Tampoco se sabe de verdad en qué momento se les comunicó a los paquistaníes la operación y a quién estaba dirigida. Los EE UU han agradecido oficialmente la ayuda pakistaní, como no podía ser menos.
Nadie duda de las buenas intenciones del Gobierno del presidente Aziz Zardari, pero las relaciones entre los dos países son complejas y a veces complicadas. Los malentendidos son frecuentes y, cuando las tropas estadounidenses penetran en territorio pakistaní en persecuciones en caliente, la cooperación entre los dos países se suele enfriar. Pakistán es un aliado de todos en la lucha contra el terrorismo, pero lamentablemente ha jugado, o por lo menos una parte de su Administración, a un peligroso doble juego: considerar que los extremistas dentro de Pakistán son sus más acérrimos enemigos, como sin duda lo son, pero practicar una inquietante política de ambigüedad con los de Afganistán por lo menos. Reitero que el Gobierno es inequívoco, no siempre ciertos servicios, que consideran que los talibán y otros radicales pueden darles juego e influencia en la escena internacional.
Con la que se avecina, es el momento de que todos tengamos las prioridades claras. Siempre se agradecerá toda la ayuda y cooperación, incluida, como no podía ser menos, la de Pakistán. Es posible que la limpia que debió hacer el ex presidente Musharraf sea necesaria ahora. Hace falta tener el coraje para llevarla acabo. Los demás tenemos que aprender a aislar a los islamistas radicales del resto mayoritario, aplastantemente mayoritario, de los musulmanes. Esto ya no es ni retórica académica ni política ficción. Nos va la vida y el futuro en ello.