El F10 un coche sospechoso

La temporada 2010 empezó con un rotundo éxito para Ferrari. Alonso ganó en Bahrein y Massa logró el segundo puesto. Todo fueron sonrisas y abrazos, pero muy pocos fueron conscientes de que aquella victoria se produjo gracias al fallo del motor Renault de Vettel, que les dejó pasar en el ecuador de la prueba. Desde entonces ni el coche ni el equipo estuvieron a la altura. Ferrari sufrió un tremendo despiste en la clasificación de Malasia, que les condenó a salir desde las últimas posiciones de parrilla. Más tarde, Alonso sufrió un accidente en Mónaco tratando de rodar al ritmo de Red Bull sobre un monoplaza que estaba muy lejos de los coches azules.

Las cosas se torcieron y además, los RB6 se mostraban imparables. En Maranello se obsesionaron con copiar todas las soluciones de Adrian Newey. Mientras tanto, el piloto español hacía lo que podía con un monoplaza netamente inferior a sus rivales. Sacaba petróleo de situaciones increíbles y milagrosamente se mantenía en la lucha por el título. Fue a partir de Valencia cuando el monoplaza mejoró.

El F10 dio un paso adelante y, poco a poco, el asturiano sacó la cabeza. La remontada fue espectacular y el final de temporada sólo tuvo un nombre propio: Fernando Alonso. El trabajo realizado para evolucionar un coche mal ideado desde su creación fue magistral y todos en Italia quedaron prendados con la capacidad técnica de su fichaje estrella.

Alonso volvía a contar con un monoplaza ganador, aunque sin llegar a la altura de los Red Bull. En su peor temporada, el asturiano fue capaz de inquietar a los grandes y llegar al último suspiro como favorito. La impotencia mostrada ayer a la hora de adelantar a Petrov fue el claro reflejo de la competitividad del coche. En F-1 no existen los milagros y Alonso estaba muy por encima de su F10.

Ahora toca pensar en la próxima temporada y el reto que supone la llegada de unos neumáticos nuevos como los Pirelli. El próximo sábado, Alonso rodará de nuevo en Abu Dabi para probar las gomas de 2011.