Estados Unidos
Víctimas victimadas
Las víctimas del terrorismo son el colectivo civil más valioso de esta sociedad dada al partidismo. Deberían encontrar un nuevo modo de testimoniarse. Ahora bien, si la eurozona cae, ETA nos sonará a música celestial
El 20 de noviembre de 1989, hace 22 años, en otra fecha emblemática como la de las próximas elecciones, dos ultraderechistas encapuchados asaltaron el restaurante del madrileño Hotel Alcalá donde cenaban los diputados y senadores de Herri Batasuna.
Dispararon contra Josu Muguruza, matándole en el acto, y contra Iñaki Esnaola, que resultó gravemente herido. Uno de los embozados fue el policía Ángel Duce, condenado a 99 años, no pudiéndose probar la identidad del coautor, hijo turbulento de un asesinado por ETA. Fue la única vez en que una víctima tomó la justicia por su mano y la excepción que confirmó la regla de su legalidad y hasta su mansedumbre.
Las víctimas del terrorismo son el colectivo civil más valioso de esta sociedad dada al seguidismo gubernamental o partidario, y siendo unos veinte mil afectados directa o indirectamente en torno al núcleo de los casi novecientos asesinados, convocan muchedumbres en sus manifestaciones. No hay que darles la razón porque la tienen; son la razón, pero me temo que las razones de Estado atropellen las razones de los hombres.
Quienes se van con la marca registrada del socialismo debajo del brazo se llevan «El príncipe» de Maquiavelo anotado por Napoleón, libro para pícaros y villanos. Los que llegan tendrán que hacerlo con «El criterio» de Balmes, y especialmente las «Meditaciones» de Marco Aurelio («Enseñanzas para una conducta moral») porque es el pensamiento estoico el que tendrá que sostener el Partido Popular. El candidato gubernamental y el Gobierno que le sustenta aseguran que respetarán la ley y no tomarán atajos para satisfacer a los etarras. Si tuvieran que gobernar dos años más, guardarían prudente silencio con las enaguas tan sucias. Por la descriptiva de Alfonso Guerra, Zapatero, Rubalcaba, Conde Pumpido y demás patética familia cocinaron infinitud de faisanes y ahora le toca al Partido Popular servir a los españoles tan indigesto plato contra el que tanto han luchado.
La Historia enseña que muchas veces una nación se salta una generación entera, y mucho más desprejuiciadamente un contingente moral, un entramado de la sociedad civil cargado de razones. Lo más vil de estos socialistas de opereta es que endosan a los sucesores sus peores maquinaciones. Las víctimas del terrorismo van a serlo doblemente y tendrán que encontrar un nuevo modo de seguir testimoniando en política. Incluso no han de equivocarse con el Partido Popular que poniendo rectos todos los rieles que han dejado torcidos los ingenieros sociales habrán por necesidad que machacar muchos dedos a martillazos. Todo duele menos si presentimos lo peor. En la República de Weimar hubieran sufrido menos de haber presentido la Guerra Mundial.
No tenemos un plan B
Quizá todo lo que signifique ETA y nuestros nacionalismos románticos (irrazonables) sean polvo de estrellas si quiebra la eurozona. Los deberes que nos acaba de imponer Bruselas suponen menos crédito y menor captación de dinero en el exterior. Gracias a la imprevisión, ignorancia e impericia del que demostró que cualquiera puede gobernar España, viviremos años tan escasos y amargos que ETA carecerá de relevancia. Un gurú económico ha advertido que la Unión Europea no puede echar a Grecia, como Estados Unidos no pueden desgajar a California, que también está quebrada. Y lo más grave es que los europeos no tenemos plan B.
Si todo fracasa un día bajaremos al supermercado y ya no estará el cartón de leche. Hasta la izquierda radical se aterrorizará ante el derrumbe de esta economía tan deficiente y que tan poco nos gusta. Y entonces las victimadas víctimas del terrorismo podrán recordarnos que cuando los principios morales son sustituidos por el electoralismo y el partidismo quiebra hasta el principio de la oferta y la demanda. Entonces el vergonzoso apaño con ETA por debajo de la mesa tendrá sentido como enseñanza póstuma.
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