Cádiz
Un caballero un valiente y el Rey
El Puerto de Santa María (Cádiz). Corrida con motivo del Bicentenario de la Constituciónde 1812. Presidió Su Majestad el Rey. Corrida Goyesca. Se lidiaron cuatro toros de Santiago Domecq, muy bien presentados, nobles y faltos de bravura; y dos, para rejones, de Fermín Bohórquez, el 1º y el 4º, excelentes de juego, sobre todo el 1º. Media entrada en los tendidos.Hermoso de Mendoza, rejón arriba (oreja); rejón a dos tiempos (dos orejas).Sebastián Castella, de azul pavo e hilo negro, estocada trasera y cuatro descabellos, aviso (palmas); Pinchazo y estocada defectuosa (aplausos).Miguel Ángel Perera, de grana e hilo negro, tres pinchazos y estocada, aviso (palmas); estocada (dos orejas).
Si el toreo fue en un principio un ejercicio en el que la Aristocracia y la Nobleza mostraban sus habilidades a caballo, parecía escrito que esta tarde que recordaba a "La Pepa"y en la que estuvo presente el Rey de España, un caballero rejoneador se llevaría el gato al agua. Esto pareció ser así hasta el último acto del festejo, sobre todo porque los toros de Fermín Bohórquez fueron excelentes y porque Pablo Hermoso de Mendoza es un maestro del rejoneo. Y además porque la gente ve a un señor a caballo y lo aplaude todo mientras mide con más rigor a los toreros de a pie, que por cierto se enfrentan a toros en puntas pero que no reciben ovaciones cada vez que miran sonrientes al tendido.
Por todo ello, el invento este de las corridas mixtas no tiene razón de ser pues parte de un agravio comparativo flagrante. Eso no quita para ensalzar la gran tarde de Hermoso de Mendoza, que templó de maravilla la no menos estupenda embestida de su primer toro, recreándose con "Chenel"en soberbios galopes de costado con recortes finales por dentro de las tablas que alcanzaron la categoría de excelsos. A su segundo, también muy bueno, lo toreó con brillantez especialmente con "Manolete"en más galopes de costado y en palos clavados al estribo, dentro de una obra con ansias novilleriles que conectaron bien con la gente. En ambos ejemplares cerró sus faenas con banderillas de las cortas, y además al quinto le puso un gran par a dos manos. Mató muy bien al primero y lo hizo mal, en dos tiempos, al otro, pero el amable público portuense le premio con uno y dos trofeos respectivamente. En justicia el reparto debió ser inverso.
El sino del espectáculo cambió cuando los matadores de a pie entraron en acción, y esto fue así porque los toros de Santi Domecq tenían tan buena clase como carencia de motor. O sea, que la bravura les daba para el primer tercio y el inicio de faena de muleta. Por eso se vio torear muy bien con el capote, a Castella por chicuelinas y a Perera por lances a pies juntos, tafalleras y gaoneras. Con las esperanzas intactas brindaron sus respectivas faenas al público y a Su Majestad, pero tras los doce primeros muletazos a los que respondieron con clase, recorrido y temple, los toros se rajaban entre el enfado general. A los valientes Sebastián y Miguel Ángel apenas se les pudo ver, aunque Perera cuajó una gran serie en redondo con su primer toro que anunciaba faena grande. También comenzó muy bien Castella en el quinto, aunque llamándose el animal "Anarquista", tampoco podríamos esperar demasiados milagros.
Pero las cosas cambiaron a la salida del sexto y con la tarde casi sentenciada, ya que el infalible Miguel Ángel Perera volvió a demostrar el momento demoledor que atraviesa. El toro fue el único que no tuvo clase, pero en cambio aguantó hasta el final la pelea. Una pelea, por cierto, en la que resulto vencedor el hombre porque su valor y serenidad se impusieron a los problemas del enemigo. La faena fue tensa, emocionante y sin música, al contrario de lo que sucede siempre con las lidias de rejones. Tampoco hubo lugar para risas ni alardes: sólo, para un toreo muy de verdad, de valor seco y firmeza aplastante. Cuando cayó el toro de estocada sin puntilla, el gentío recordó al fin que el toreo a pie ya hace mucho que manda en la tauromaquia. Y por eso, con el caballero rejoneador, salió un grandísimo Miguel Ángel Perera por la Puerta Grande.
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