Estreno
«Frankenweenie»: Bienvenido a casa Chico Ostra
Director: Tim Burton. Guión: John August. Voces: Winona Ryder, Christopher Lee, Martin Landau, Martin Short, Charlie Tahan. EE UU, 2012. Duración: 87 minutos. Animación
Él mismo lo confesaba en un libro pequeñito de textos raros y dibujos parecidos a los de esta película: Tim Burton fue un Chico Ostra. Reservado, solitario, inteligente, distante, casi de otro planeta. Un Chico Ostra con mascota, pero todas las mascotas se acaban muriendo más pronto o más tarde, es esta vida injusta, aunque la vida real tampoco le guste en absoluto a Barton. Por eso la transmuta en mundos paralelos habitados por personajes extravagantes, inmortales y de ojos como platos o huevos duros. Tras dos pinchazos creativos llamados «Alicia en el país de las maravillas» y «Sombras tenebrosas», el director vuelve a pisar terreno conocido, el de la emoción gótica, en este filme de nostálgico blanco y negro que es una historia de amor a un perro, pero, también, a un cine que ya no existe, aquel de terror clásico, a cuyos panteones regresa feliz, sin miedo a los fantasmas, y en el que pasean un Christopher Lee de carne y hueso cinematográfico, el espectro de Vincent Price reencarnado en un profesor con la voz original de Martin Landau hasta, evidentemente, Frankenstein y señora. No les extrañe: los admiradores de Burton saben que ya «Eduardo Manostijeras» era una hermosa revisitación del relato concebido por Marie Shelley con la cara de Johnny Deep y las manos deformadas de un inadaptado social.
Largo en stop motion y 3D decimonónico técnicamente primoroso, «Frankenweenie» remite también a «Pesadilla antes de Navidad», aquella que Barton repite que no dirigió, pero muchos no lo creemos, a esa muñeca recosida que perdía los brazos, a los amores rotos, imperfectos, con remiendos y parches de otro color, un poco frikies, aunque los frikies en manos de este realizador podamos serlo cualquiera, únicamente hace falta tener un poco de sensibilidad.
Sí, la historia de Víctor y Sparky, su fiel compañero de fatigas que muere atropellado, resulta conmovedora, igual que los esfuerzos del niño por arrebatárselo al mundo de los muertos emulando al doctor enloquecido. Entre medias, una vecina que odia los convencionalismos, las trapisondadas de los compañeros de Victor, egoístas y envidiosos, que quizá reflejen la relación del propio Burton con quienes compartió los difíciles años de infancia. Y un par de escenas sentimentales para la memoria. Porque, en el fondo, «Frankenweenie» es una película dolorosamente triste. Victor lo consiguió, pero Burton, al igual que todos nosotros, aún sigue esperando ansioso el regreso imposible de su cachorro. De aquel cariño húmedo, menudo e incondicional.
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