Atenas
El abismo de Berlusconi
Una tormenta financiera se desató ayer sobre la economía italiana, que vio escalar su prima de riesgo hasta los 556 puntos y el interés de su deuda en más del 10,1% mientras los parqués se inundaban de números rojos, con caídas del 3,78% en Milán. Las cifras sitúan a Italia al borde mismo del rescate, y sólo el tamaño de su economía salva hoy a los italianos de la inmediata intervención de la UE y de seguir los pasos de Grecia, Irlanda o Portugal. La ola gigante del «tsunami» financiero aún sacude a Atenas, que aguarda hoy, tras la dimisión de Papandréu, la tabla de salvación del nuevo Gobierno de unidad nacional, y toca de lleno a la economía española. El contagio de la crisis elevó de forma alarmante nuestra prima de riesgo, que se aproximó a su máximo histórico y quedó en 410 puntos y provocó además pérdidas del 2% en la Bolsa madrileña. Es la contundente respuesta de los mercados a la última maniobra de Silvio Berlusconi: enrocarse para ganar unas semanas más en el poder. Su promesa de dimisión, vinculada a la aprobación del plan de reformas exigido por Bruselas, no ha tranquilizado precisamente a un mundo financiero donde el doble crédito del que gozaba «Il Cavaliere», como empresario y como político, ha dejado de cotizar. Como advirtió ayer el presidente de la República italiana, Giorgio Napolitano, la única solución pasa por actuar de forma urgente. Italia tiene que correr mucho, aprobar la reforma y nombrar un nuevo Ejecutivo cuanto antes, posiblemente la próxima semana, para evitar el desastre.
El golpe financiero está dirigido sin duda contra la Italia de Berlusconi, pero nos afecta de una forma dramática. Poco importa que la situación italiana sea bien distinta a la española, pues los mercados nos han incluido de hecho en el mismo saco que al resto de estados del arco mediterráneo. Europa no se fía de «Il Cavaliere», pero tampoco nuestro Gobierno goza de la necesaria credibilidad. Y poco ha ayudado en este sentido el trabajo de Elena Salgado en la cumbre de Bruselas, aceptando una rebaja en la calidad de nuestra deuda y la exigencia de mayores garantías de capital para una banca española que obtiene beneficios mientras las malas cifras salpican a su competencia europea. Italia es el ejemplo perfecto para demostrar que dilatar las soluciones ante la crisis, retrasar lo inevitable por razones partidarias, sólo empeora las cosas. Obliga a un país entero a sufrir las consecuencias y a tener que hacer los deberes a destiempo, a la carrera y forzado por Bruselas. Si la situación de España no es aún tan grave como la de nuestros vecinos se debe más a la expectativa de cambio político que a los buenos oficios del Gobierno socialista. Porque la situación de España sería distinta de haberse celebrado ya las elecciones generales. La estrategia del PSOE de alargar hasta el otoño la convocatoria electoral, en espera de una mejora económica que nunca llegó, nos ha hecho perder un tiempo precioso. El tiempo que ahora, con Italia asomada al abismo y España amenazada, hubiera podido aprovechar el nuevo Gobierno salido de las urnas el 20-N. Acertó Aznar al decir que no tendrá ni un solo día de cortesía que perder.
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