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Arte por Lorca

La Razón
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El pasado miércoles 23 se inauguró, en la casa Díaz Cassou, Arte por Lorca; una multitudinaria exposición organizada por la Academia de Santa María de la Arrixaca, y en la que más de 150 artistas de la región han donado uno de sus trabajos para contribuir a la recuperación del patrimonio cultural de la Ciudad del Sol. Lo extraordinario de este evento es que supone la mayor demostración ética realizada por el sector cultural en el contexto de solidaridad generado con posterioridad a los terremotos del 11 – M. Es cierto que, en las semanas posteriores a los trágicos sucesos, fueron decenas los agentes que se movilizaron a lo largo y ancho de la geografía nacional a fin de aportar su pequeño grano de arena en un proceso que tenía más de testimonio solidario que de eficacia recaudatoria. Pero – y he aquí la cuestión más problemática que conviene subrayar, con independencia de estas iniciativas espontáneas que brotaron por doquier en un clima de compromiso encomiable, uno de los aspectos que particularmente más me han sorprendido de la actitud de los principales agentes culturales españoles frente a la demoledora realidad lorquina es su absentismo, la reincidencia en un comportamiento inhibido, huidizo, reluctante a cualquier acto de generosidad que pudiera redundar en beneficio de todos los afectados –ya sean personas físicas o bienes inmuebles.

Todos tenemos en mente que, en determinadas situaciones de oportunismo mediático, ciertos representantes del mundo de la cultura son los primeros en dar un paso hacia delante y en significarse a favor de causas de todo tipo. No tengo nada contra ello –es más, me parece necesario que la cultura se comporte de manera activista ante cada coyuntura de conflicto que se cruza en el camino de la actualidad. Lo curioso y denunciable es que, en momentos en que este mismo grado de compromiso se requiere para iniciativas que, quizás, no se ajustan tanto al perfil de la retórica ética que frecuentemente esgrimen, su nivel de presencia se diluye como el de un azucarillo en el café. En definitiva, lo que este tipo de situaciones pone de manifiesto es que muchos de los procesos críticos emprendidos por la cultura sólo se explican en función de la búsqueda de determinados réditos personales, muy alejados de un concepto plural, amplio y generoso del hecho social.

 

*Consejero de Cultura y Turismo