Manhattan
Lujo y muerte de Mark Madoff
Mark Madoff, de 46 años, debía haber cambiado de trabajo, nombre y ciudad después del arresto de su padre a finales de 2008. Pero no lo hizo. El pasado sábado fue encontrado en su apartamento de siempre en el lujoso barrio del SoHo, colgado de una de las tuberías del techo de la correa de su perro.
Hasta el final defendió su tesis de que era inocente. Minutos antes de suicidarse le mandó un e-mail a su abogado Martin Flumenbaum en el que decía: «Nadie quiere escuchar la verdad». Por indicación de su representante legal, había estado sin hablar con sus padres durante los dos últimos años desde que Bernie Madoff, ex gurú y actual paria de Wall Street, fue detenido por una de las mayores estafas en el mundo de las finanzas en Estados Unidos. Pero, Mark Madoff se negaba a dejar atrás su vida de lujos en Wall Street. Después de todo, era la única que conocía. Hasta el final, el hijo mayor de los Madoff insistió en que no sabía nada de los fraudes de su padre. En cambio, Mark optó por quitarse la vida justo semanas antes de destaparse en el tribunal de Nueva York su lujosa vida. El suicidio coincidió con el segundo aniversario de la detención de su padre.
La psicóloga Bonnie Jacobson explica que «puede tratarse de lo que se conoce como reacción al aniversario del trauma en el que todo se recuerda y vuelve a la mente. No conozco los pormenores del caso. Pero, en términos generales, puedo decir que una persona que se suicida es debido a que padece una severa depresión. Sabemos además que no hablaba con sus padres desde los dos últimos años», afirma.
Hasta diciembre de 2008, Mark era el heredero del imperio de Bernie Madoff. Sin embargo, se pasó los últimos dos años defendiéndose de las acusaciones de que formó parte de la trama de la gran estafa de su padre valorada en 60.000 millones de dólares. Algunos creen que fue cómplice; otros, que intentó vivir a la sombra de un hombre megalómano que sólo dijo la verdad a su familia horas antes de su arresto.
Necesitaba terapia
Murió acosado por una demanda de 200 millones de dólares contra él, su hermano menor Andrew, su tío, su primo y sus hijos interpuesta por un administrador que actúa en nombre de las víctimas. Incluso, este caso, con Mark muerto, todavía sigue pendiente. Los estafados quieren su dinero.
Jacobson recuerda que «vivía una situación vergonzosa y perdió su sobresaliente lugar en la sociedad. En estos casos, se debe ir a terapia. Hay que abandonar la comunidad y hacer también meditación. Podía haber ido a un hospital para que le ayudasen», explica la escritora de «Choose to be happily married: how everyday decissions can lead to lasting love» (editado por Adams Media), que en español se podría traducir como «Elige estar felizmente casado: cómo las decisiones diarias llevan a un amor duradero».
El administrador Irving Picard y su ejército de doscientos abogados estaban a punto de presentar un caso en contra de Mark, basado en una vida de lujos a expensas de sus ingenuos inversores. Ya han presentado una demanda en la que reclamaban que el hijo de Bernie Madoff se había quedado con 66,8 millones de dólares del timo y «tenía un nivel de vida muy alto, con casas en Manhattan, Nantucket y Greenwith (Connecticut)», según se lee en la demanda. Los inversores tenían información sobre una ducha en el jardín de su casa de campo y el tipo de cama en el que dormía.
Los documentos presentados en el tribunal por Picard revelan que la estafa «pagó la lujosa vida de Mark. Desde sus casas de alto nivel hasta el colchón en el que dormía. También la TV que veía en su gimnasio, y la ducha en el jardín en su casa».
A las víctimas, no les basta con que Bernie Madoff fuese a la cárcel de Raleigh (Carolina del Norte), donde cumple una condena de 150 años. Quieren que les devuelvan su dinero y van a hacer todo lo posible por recuperarlo.
Tampoco es suficiente que la comunidad judía haya dado la espalda a la familia de Madoff, hijo de inmigrantes judíos polacos. O que nadie hable a su esposa, Ruth, o que ésta, que ha apoyado a su marido desde que se destapó la estafa, tampoco haya hablado con sus hijos durante los últimos dos años.
Dinero de los inversores
La psicóloga Ángela Londoño explica que «la presión de las personas que lo han perdido todo puede ser intensa y más si su identidad está basada en lo que tienen o en su éxito. A veces, también se pueden sentir culpables si no proporcionan a sus seres queridos lo mismo que les daban antes. Y entonces se sienten fracasados», recuerda la cofundadora de AK Counseling & Consulting.
Los investigadores también descubrieron que Mark puso unos 800.000 dólares del dinero de los inversores en su tarjeta de crédito de American Express entre 2002 y 2008 y tenía un montón de propiedades en Manhattan. Todas estas revelaciones, y las que quedan, son una contradicción si se comparan con la versión que Mark Madoff ofreció tras el arresto de su padre. Él participó: fue el encargado de entregarle. En ese escenario, él era un inocente palomo en los enredos de su familia. Sin embargo, las investigaciones muestran que Mark fue premiado con «astronómicas compensaciones». Entre 2001 y 2008, recibió algo más de 29 millones de dólares, incluyendo una paga extraordinaria de 4,8 millones en 2006 y más de 9 en 2007.
Durante la batalla legal insitió en mantener 44,8 millones en concepto de «otras compensaciones» que defendió que no se tocasen. Tampoco le gustó que el equipo de investigación fuese detrás de un fondo que había abierto en 1998 para sus hijos, donde supuestamente creó falsas ganancias de acciones de cerca de dos millones de dólares.
Uno de sus apartamentos de Manhattan fue comprado con 5,5 millones de dólares que le prestó su madre con dinero de sus inversores, según la documentación de los demandantes. Mommie Madoff, como se conoce a la esposa de Bernie Madoff entre los periodistas neoyorquinos, era el «banco personal» de Mark. En 2004, le dejó 2,9 millones para otro apartamento en Manhattan del dinero de los inversores. Mientras, otro en el Upper East Side, que costó 1.2, se pagó con esos fondos. También la mansión de Greenwich (Connecticut) comprada en 2000 por 2,2 millones.
Lo que no cabe duda es que a Mark Madoff le le encantaba su vida de lujos. El tiempo dirá si sabía o no de los enredos de sus padres. Pero si alguna vez tuvo dudas, queda claro que nunca pensó en poner en peligro su nivel de vida. Empeñado en seguir con su apellido, intentó continuar con su vida cotidiana. Le fue imposible. Se quedó sin amigos y sin trabajo. Nadie en Wall Street quiere hablar de él. Ni siquiera manteniendo su identidad bajo anonimato. Sólo le trataba su abogado, Martin Flumenbaum. El día que se supo su final emitió un comunicado en el que describió la muerte de Mark como «una tragedia terrible e innecesaria». Mientras, Nueva York y, sobre todo Wall Street, siguen adelante, como si nada hubiese pasado.
El triste final de una familia rica y feliz
Antes de que Bernie Madoff confesase a su familia que todo era mentira, que había sido el gran estafador de Wall Street, los Madoff eran una familia feliz y, sobre todo, tremendamente
adinerada. La envidia de muchas familias. Ruth, la mujer, que ha pasado de defenderlo a acusarlo del suicidio de Mark, presumía de sus dos hijos y de sus nietos. Era una abuela que cuidaba de la descendencia y que no tenía miedo a gastar: que una vez gastó 29.887,94 dólares en un solo mes, según los recibos de la tarjeta American Express de su marido. Después ha sido perseguida por los periodistas, ha perdido los nervios frente a la cámaras de televisión, ha vivido la cárcel de su marido y la separación de sus hijo, que bien por fría táctica o por decisión personal, tomaron distancias con sus padres.
Además, se ha ganado la enemistad de la opinión pública cuando peleó por quedarse con parte del dinero que su marido consiguió gracias a la estafa de miles de personas. Los inversores lo habían perdido todo y ella ha logrado quedarse con parte de la riqueza y seguir con su nivel de vida.
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