Grecia
Suicidarse o morir
El asunto de la «muerte digna» es doloroso y confuso. Sobre todo, porque suelen ser personas muy queridas entre sí las que se demandan ese sacrificio de ayudar a morir de ida o de vuelta.
Existe una contradicción innegable entre el hecho de amar y ayudar a morir, salvo cuando el sufrimiento del que quiere quitarse la vida es tan visible como para que quien le ama, egoístamente, no pueda soportarlo.
Dicho todo esto y partiendo de la base de la relación de amor entre las personas que quieren morir antes de que les haya llegado su hora y las que quieren ayudarlas a hacerlo desde la constancia de que no desean vivir más –si hay intereses de por medio, simplemente estamos hablando de asesinato–, cabe la pregunta de por qué no ya todas las religiones, sino incluso todas las grandes escuelas místicas del mundo entero –Isis en Egipto o Pitágoras en Grecia por poner un ejemplo– se han mostrado desde siempre radicalmente en contra de arrancar una vida antes de que se extinga por si misma.
¿Acaso desde un nivel de conocimiento superior existe la certeza de que en el mismo momento de expirar, no hay nadie que realmente desee morir? ¿Quizás el ayudar a alguien a hacerlo, por mucho que sufra y carezca de ganas de seguir adelante, es entrometerse en el camino de los dioses?
Además de las grandes escuelas místicas, los más afamados pensadores han considerado en todas las culturas que el suicidio era una aberración; así que a estas alturas se debería aceptar que segar vidas propias o ajenas es inadmisible, por mucho que sigan existiendo las guerras... O que el mismísimo Sócrates se suicidara.
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