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A M Ángel Barbero por Víctor Manuel Márquez Pailos
Hace ya tiempo que vienes a verme, con tus versos bajo el brazo, como quien buscatiempo en un mundo donde nadie tiene tiempo para nadie. O como sediento en busca deagua y de silencio, del agua silenciosa y oscura que tiene su veta allí donde alguienescucha y mira. En el principio fue el silencio, «silencio que se entiende entre las palabrasque se dicen», como dice Bello, el poeta asturiano.
En la sociedad de la comunicaciónhemos descubierto la soledad de tener que oír la radio para sentirnos acompañados o ver latelevisión para distraernos. Se ha vuelto muy difícil decir lo que se piensa allí donde falta el silencio que el pensamiento necesita para respirarsu propio aire y aspirar su propio aroma,el que despide todo pensamiento verdadero al contacto con el silencio del que escucha, delque, inspirando, acoge. Se ha vuelto muy difícil preguntar lo que se ignora cuando se sabeya la respuesta, cuando no se sabe ya muy bien lo que se ignora.
Tú, querido MiguelÁngel, has operado en tu poesía la metamorfosis de nuestra soledad contemporánea engeografías fantásticas, en un viaje a los confines como el que titula tu último poemario.Toda forma de soledad es, a su modo, un sentimiento de la inmensidad del mundo, enmedio del cual uno solo puede abrazar su propia pequeñez y retirarse a sus lares y a susnúmenes o bien ponerse en camino hacia ninguna parte o hacia ese lugar indefinido quepodemos llamar patria o exilio.
Patria verdadera para el hombre de fe, exilio para el hombre de esperanza, para aquel que dice de sí mismo: «hijo soy del camino hijo».
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